Cullera busca un pacto con la promotora que evite la urbanización de la montaña

El ayuntamiento tratará de impedir «por todos los medios» la construcción de chalés de hasta cuatro alturas

El tribunal permitiría indemnizar o expropiar a las empresas que ganaron el pleito y permutar el derecho a edificar en otros solares 

Viales que se construyeron en la montaña con la intención de construir chalés.

Viales que se construyeron en la montaña con la intención de construir chalés. / Agustí Perales Iborra

El Ayuntamiento de Cullera está obligado a ejecutar el fallo judicial que permite a dos promotoras  urbanizar parte de la ladera y la cumbre de la montaña con viviendas unifamiliares de hasta cuatro alturas pero va a tratar «por todos los medios» de impedir que las excavadoras y el cemento destruyan ahora ese paraje, que el consistorio declaró suelo protegido de carácter paisajístico en el Plan General de Ordenación Urbana de 1985, aunque una sentencia del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) determinó en 2014 que el ayuntamiento debía respetar los derechos adquiridos por los propietarios del suelo gracias a una ley franquista de 1965

El consistorio sólo tiene tres opciones para impedir la construcción de viviendas unifamiliares de hasta cuatro alturas en la montaña: indemnizar a las empresas que ganaron el pleito, recurrir a una expropiación forzosa a un precio que agrade a dueños de los terrenos o trasladar mediante una permuta los derechos de edificabilidad a otros solares de Cullera. La propia sentencia que dio la razón a las promotoras citaba esas alternativas para evitar que se construyera en la montaña. Portavoces autorizados del gobierno local confirmaron ayer que van a «explorarse todas las vías».

El objetivo del ayuntamiento, gestionado por el PSPV tras revalidar en las elecciones de mayo su mayoría absoluta, es alcanzar un acuerdo con los propietarios de los terrenos edificables para que desistan de su empeño. Esa vía obligará al consistorio a rascarse el bolsillo o a habilitar intercambios de parcelas que puedan complacer a las empresas que lograron autorización para llenar la montaña de chalés. La solución, en cualquier caso, se presenta compleja. Aunque la gestión de Jordi Mayor ha logrado sacar al ayuntamiento de la quiebra, la economía municipal tampoco ofrece mucho margen de maniobra.

Vistas del faro de Cullera desde la montaña urbanizable

Vistas del faro de Cullera desde la montaña urbanizable / Agustí Perales Iborra

Toda la montaña edificable

Los jerifaltes del franquismo levantaron la veda para aprovechar todos los resortes económicos que alumbraba el turismo. El gobierno municipal de la época decidió poner en venta todos los terrenos de la montaña susceptibles de edificar. La preocupación medioambiental en aquel momento era nula. En pleno desarrollismo sólo se pensaba en los beneficios que podía aportar la venta de chalés y apartamentos.

En estas condiciones, la montaña se convirtió en un inmenso solar. Nadie puso freno a la venta de terrenos y los constructores que soñaban con llenar de chalés ese bello mazizo montañoso pegado al mar iniciaron los trabajos de urbanización del paraje de acuerdo a los parámetros establecidos en el Plan Parcial Montaña de Cullera. Se construyeron los viales de acceso, se canalizó la red de agua y se instalaron los puntos de luz necesarios para dar salida a las edificaciones. Pero la economía, que siempre es cíclica impuso el freno y luego obligó a parar el seco los trabajos de colonización del monte. Las empresas detuvieron su actividad y algunas de ellas entraron en quiebra tras iniciar los trabajos de urbanización de la montaña.

Arrozales de la Albufera vistos desde la montaña

Arrozales de la Albufera vistos desde la montaña / Agustí Perales Iborra

Marcha atrás

La llegada de la democracia introdujo otras variables para interpretar el bien común que colisionaron con el interés de los constructores. El gobierno municipal socialista que entonces lideraba José Alandete dio un vuelco al desarrollismo desbocado que amparó el franquismo y aprobó un nuevo Plan General de Ordenación Urbana en 1985 que recalificó las parcelas de la montaña, que ya estaban urbanizadas, para convertirlas en zona verde protegida con el ánimo de preservar no sólo el paisaje sino las ruinas de inmuebles históricos tan relevantes como el castillo y la vieja fortificación carlista, que hoy son Bienes de Interés Cultural.

El litoral sud de Cullera visto desde la montaña

El litoral sud de Cullera visto desde la montaña / Agustí Perales Iborra

Ese cambio de criterio urbanístico aprobado en 1985 para conservar los valores paisajísticos y medioambientales de la montaña es el que dio pie a las constructoras a promover el pleito que han acabado ganando en el TSJ.

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