El mosaico de Nolla resurge
Los expertos advierten de la pérdida de estos valiosos suelos que decoran viviendas de l’Eixample, Ciutat Vella y El Cabanyal
Durante más de un siglo (1830-1940) la fábrica del industrial valenciano Miguel Nolla i Bruixet, antepasado de Rita Barberá, produjo cantidades ingentes de un singular pavimento cerámico, hecho a base de pequeñas teselas policromadas, de distintas formas y variados diseños, y de gran dureza, resistente incluso al salfumán. El mosaico de Nolla fue durante décadas sinónimo de lujo, símbolo de buen gusto y economía notable. L’Eixample y Ciutat Vella concentran el mayor número de viviendas decoradas con suelos de «Nolla», distinguibles de los falsos por la «N» grabada en el reverso de las piezas, que también abundan en las viviendas modernistas del Cabanyal y el entorno de la avenida del Puerto, donde las familias acomodadas se hicieron construir segundas residencias de veraneo.
La cerámica de Nolla se usó con profusión en las villas y palacetes de l’Horta, en Bétera o Rocafort y por supuesto Meliana, sede de la fábrica, que servía encargos en todo el país y exportaba producción. Barcelona es una de las ciudades donde más pavimento de este tipo se conserva. Lo explica el restaurador Salvador Escrivà, que lleva más de dos décadas recuperando este tipo de pavimentos. Los «nolla» del Palacio de la Exposición fueron recuperados en su taller. También los suelos de la conocida Casa del Doctor, en la avenida del Puerto, adquirida hace unos años por un particular que ha rehabilitado el palacete neogótico.
Aunque se conservan muchos «nollas», también se han perdido infinidad de ellos, advierte el arquitecto técnico y profesor de laUniversidad Politécnica de València (UPV), Jorge Girbés, que acaba de comisariar una exposición sobre el legado Nolla en la arquitectura de José Mª Manuel Cortina.
Cuarenta años después de cerrar la fábrica, los mosaicos de «Nolla» son un patrimonio poco conocido. La Concejalía de Desarrollo Urbano y la de Patrimonio advierten de que los suelos de Nolla originales están protegidos y hay obligación legal de los dueños de comunicar su existencia para poder catalogarlos. El problema es que la mayoría de pavimentos están en viviendas particulares y recuperarlos queda en manos no solo de la sensibilidad del dueño sino también de la economía particular. Restaurar un «nolla» es caro. Si hay que sacarlo «pieza a pieza» (cada metro cuadrado tiene entre 800 y 2.500 teselas) restaurarlo puede costar 500 euros/m2. Siempre está la opción de taparlo con otro suelo más barato sin destruirlo. En el restaurante del «Alto de Colón» había un suelo hexagonal de Nolla «muy bonito» y se tapó con mármol. En la casa de Blasco Ibáñez, en cambio, el «Nolla» que había, desapareció en la última reforma. En el teatro Olympia se cree que debajo del suelo actual se conservan los pavimentos de Nolla originales. Cada vez más, asegura Salvador Escrivà, los «nolla» son apreciados «por su originalidad y belleza». Él los ha instalado recientemente en un restaurantes de Nueva York, y en viviendas particulares de Monterrey (México) y Milán.
La catalogación de los mosaicos de Nolla es una asignatura pendiente. El Museo de la Cerámica custodia la colección más importante. La UPV ha catalogado unos 40, entre ellos, los del edificio de Felix Pizcueta 3. También en la Casa de los Dragones, en Sorní. La Concejalía de Cultura, con Gloria Tello al frente, mira con lupa las rehabilitaciones que se están llevando a cabo en edificios del centro histórico y l’Eixample para evitar el expolio de los suelos y avanzar en la catalogación.
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