Los grandes mercados aprueban la degustación sin obstaculizar la venta

Central y Cabanyal, dos de los más importantes de la ciudad, cuentan con que el ayuntamiento cambie la ordenanza para generar espacios gastronómicos en todos los recintos

Puestos de venta en el Mercat del Cabanyal

Puestos de venta en el Mercat del Cabanyal / M. Domínguez

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

Los Mercados Municipales se han puesto en el centro del debate a la hora de reiniciar el curso político. La subasta de puestos, con un resultado que puede leerse en clave positiva o negativa, la reapertura del recinto del Grao y el proyecto de ir reconvirtiendo estos recintos para incorporar fórmulas imaginativas de consumo, como es la creación de puestos de degustación. Es el proyecto en el que se está trabajando en los recintos de mercaderías y para los que el ayuntamiento ya ha anunciado su predisposición a contemplarlos. 

Consiste, básicamente, en habilitar espacios dentro de los recintos para que el producto pueda ser consumido. No se es elaborar el producto -no es comprar la hamburguesa y te la pasen por la plancha-, sino convertir la compra en una experiencia, de compartir el momento probando aquello que se puede adquirir y tomar en el momento, sea fruta cortada, embutido en lonchas o tacos, pescado crudo u otras alternativas, acompañado por bebidas de los bares o no. A mitad camino entre el «take away», que ya se da con algunas paradas y productos y el «déjame probarlo» de toda la vida. 

Suavizar la ordenanza

Ahora falta encontrar el encaje, que supone además suavizar la ordenanza para ser compatible tanto con la propia venta como con la hostelería. Los dos grandes mercados de la ciudad lo tienen apuntado y a falta de sentarse para tomar decisiones. Es lo que, por ejemplo, explica la gerente del Mercat de Cabanyal, Patricia García. «Es combinar las compras y el consumo». Un paso diferente a tomarlo en casa o la otra fórmula imaginativa que está puesta ya en valor que es «comprar un producto, ir al bar y pedir que te lo elaboren, como nos pasa a nosotros» o como, por ejemplo, hay puestos del Mercado Central que lo tienen acordado con establecimientos de fuera de su recinto. «Nos tenemos que sentar con el ayuntamiento, porque la predisposición existe». En el caso del Cabanyal, por ejemplo, hay una amplia zona de pescadería, ya utilizada en alguna ocasión para eventos gastronómicos, donde «no sería complicado disponer de espacio, sillas y mesas y ahí pudiera materializarse». Como quieren en el Mercado del Grao una vez abierto, en este caso con el añadido de que abrirán por las tardes.

La preocupación es encontrar la conciliación con las dos patas esenciales de los mercados: los propios clientes y la hostelería. Eso lo destaca la gerente del Mercado Central, Cristina Oliete. «Proyecto en ese sentido lo hay. Per lo importante es que eso conviva con la realidad principal, que es el cliente que viene a comprar. No puede encontrarse con aglomeraciones porque en un puesto o en una parte de él se está degustando. El mercado es para ir a comprar, nunca olvidemos esa parte esencial, y cuando se va no es para hacerlo en pasillos saturados». Por eso, más allá de la venta que ya existe en los puestos (zumos o fruta cortada, por ejemplo), la idea es incorporarlos en zonas no utilizadas. 

Esto se puede ver ahora mismo, por ejemplo, en la sección de pescadería del Central, donde existen kits para comprar ostras y llevarlas en una bandeja, con el aderezo, para consumirlo fuera». Dentro del particular juego de equilibrios, en el Mercado Central también consideran que «también hay que recordar que nuestro principal aliado es la hostelería». Para no sacarse ojos. 

Sin olvidar la accesibilidad

Para la gerente del Mercado Central, no menos importante es «recordar cada día que el mercado está abierto y vivo. Hay clientela que ha dejado de venir porque falta flexibilidad, aparcamiento y transportes, que tienen que volver y aumentar. Pero sin olvidar que venir, se puede venir. Que no se ha convertido ni mucho menos en un recinto aislado del mundo». Para, a la hora de la verdad, «que venir al Mercado Central no sea una liturgia de, por ejemplo de Navidad, sino del día a día, porque vale la pena».