Los colectivos por la vivienda en València pasan a la acción

En el quinto aniversario de la manifestación convocada por la plataforma 'Valencia no está en venta', activistas y vecinos de todos los barrios combinan acciones de "autodefensa inmobiliaria" y toman posiciones ante otra posible gran protesta que aspira a marcar "un antes y un después en la ciudad"

Cartel publicitario con una pintada en València

Cartel publicitario con una pintada en València / Francisco Calabuig

Claudio Moreno

Claudio Moreno

El 12 de mayo de 2019, hace exactamente cinco años, unas 5.000 personas de 140 colectivos salieron a la calle para exigir un modelo distinto de ciudad, pues los barrios se estaban llenando de turistas a medida que expulsaban a sus vecinos. La situación ha cambiado poco o nada desde entonces, y los colectivos por el derecho a la vivienda han empezado a reavivar el espíritu de aquella campaña cuyo lema, ‘València no está en venta’, sigue vigente. 

El foco está puesto en los apartamentos turísticos y los pisos de alquiler. Al finales de 2023, el visor de oferta online de Visit Valencia indicaba que la ciudad disponía de un total de 6.809 apartamentos turísticos, un 66% ofertados en Airbnb y la mayoría ubicados en Russafa y el Cabanyal. Este visor lleva tiempo sin poder consultarse, pero en el registro de la Generalitat constan hoy 5.790 viviendas turísticas censadas en València. Por contra, la plataforma Idealista contabiliza 2168 pisos en alquiler, sólo 27 a 800 euros o menos y sólo uno por debajo de 600 euros; un tercero sin ascensor de 25 metros cuadrados.

Asamblea abierta en el Cabanyal convocada por el sindicato de vivienda

Asamblea abierta en el Cabanyal convocada por el sindicato de vivienda / L-EMV

El apartamento no es una vivienda residencial, tienen licencias de uso distintas, pero la sensación extendida es que las camas en València empiezan a ser demasiado calientes. Más rotación que arraigo; más mercancía que derecho. El hecho objetivo es que los precios del parque inmobiliario han sufrido en València una escalada sin precedentes, y el plan de construir 1.000 viviendas públicas para enfriar dichos precios necesita su tiempo. Mientras tanto, el activismo, pegado a la urgencia, responde con estrategias de “defensa y ataque frente a la especulación”.

Últimamente las energías están dirigidas a los bajos turísticos. Calle a calle los comercios mutan en alojamientos, a veces sin licencia, casi siempre contraviniendo la armonía arquitectónica de la zona, y de frente encuentran oposición. La Mataobras canaliza el rechazo no solo en redes. También da charlas en barrios y reparte flyers —a través de riders sumados a la causa— con instrucciones para vetar estos negocios en las comunidades de vecinos. Pero ella solo es parte de un movimiento más grande que incluye a los sindicatos de vivienda, protagonistas hace días de la acción más mediática: marcaron con pintura los bajos turísticos del Cabanyal. 

Charla de La Mataobras en el Atenéo Marítimo de València

Charla de La Mataobras en el Atenéo Marítimo de València / Francisco Calabuig

Aprovecharon la atención suscitada para atraer a 70 personas a su asamblea abierta en Plaza Lorenzo de la Flor. Según relata Clara, una integrante del Sindicat de Barri del Cabanyal, de allí salieron cuatro grupos de trabajo: uno de investigación en torno a la turistificación del barrio y los cambios en su morfología, otro que continuará con la difusión y visibilización de los pisos turísticos —con vídeos, carteles, etc.—, un tercero encargado de actualizar la lista de apartamentos legales e ilegales, y un cuarto dedicado a organizar actividades recaudatorias para las campañas.

También se pidieron disculpas a las personas afectadas colateralmente en la acción de la pintura, alguna estaba dada de alta en el registro de apartamentos pero ya no era un piso turístico. Después se explicó qué hacía cada colectivo y se abrió un turno de palabra donde se expusieron casos de afectados por el turismo, gente a la que quieren tirar para poner un apartamento”, cuenta Clara. “La idea es seguir por la línea de las pintadas, tiraremos de creatividad. Queremos visibilizar ese control simbólico del espacio y que la gente vea que hay personas organizadas para luchar contra esto”, continúa la activista.

Pintada a las puertas de un bajo turístico en el Cabanyal

Pintada a las puertas de un bajo turístico en el Cabanyal / Loyola Pérez de Villegas

Aunque el boicot de apartamentos es un tema de debate dentro de los colectivos, con muchas sensibilidades al respecto —hay quienes creen que les hace perder la razón—, también consideran injusto que este hecho concreto retire el foco de la cuestión nuclear: el problema de acceso a la vivienda o las maniobras de los grandes fondos para despojar de ella. Es aquí donde actúan todos en tromba. La Mataobras y “mipisitoimposible” denuncian los alquileres abusivos, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca paraliza los desahucios, el Sindicat d’Habitatge de València pone el cuerpo y forma a las vecinas para que aprendan a autodefenderse, la plataforma Entrebarris dota de discurso al movimiento, etc. 

“Nosotros hemos hecho una campaña de vídeos en redes sociales y ahora estamos en una segunda fase de contacto con otras plataformas, porque es momento de pasar a la acción”, dice Marta, de Entrebarris, una amplia red descentralizada e integrada por tres colectivos y dos centros sociales. “Una de las cosas importantes ahora es ganar el relato. Centrar el foco en la silicona es puro morbo. Nos están enseñando vídeos de boicot a bajos turísticos pero no vemos vídeos de desahucios. Favorecemos que vengan freelancers internacionales a los apartamentos sin cotizar y miramos mal al inmigrante que dobla el lomo en nuestra huerta. Se nos dice que somos un freno para el progreso porque defendemos el territorio frente a la construcción masiva de otros tiempos”, enumera la activista. 

Acciones de barrio hasta la gran movilización

Sea como sea, las organizaciones vecinales están ganando fuerza —incluso en cuestiones no relacionadas con la vivienda: en la Saïdia han recogido más de mil firmas para pedir que el mercado de San Pedro Nolasco no se mueva de sitio— y están engrosando sus filas al calor de una tendencia transversal. “Nos está viniendo gente no politizada a la que le han montado un piso turístico debajo de su casa y nos habla de “especulación”. Está pasando en todos los barrios. Esta es una palabra asociada a una ideología concreta, pero la gente ve cómo han montado un apartamento en el Cabanyal donde antes estaba la floristería de Pepi y eso le hace tomar conciencia sobre la pérdida de tejido social”, dice Marta.

Por todo ello, algunos colectivos vecinales ya han marchado contra la turistificación por las calles del centro, otros preparan movilizaciones barriales a corto plazo, y entre todos trabajan paralelamente en la posibilidad de una gran manifestación conjunta como la de Canarias de hace tres semanas. No quieren precipitarse. Se baraja la vuelta del verano. “Esta protesta tiene que reunir a todas las fuerzas posibles y debe marcar un antes y un después en la ciudad”, dicen sobre una concentración multitudinaria —esperan— que en todo caso sería parte de un camino más largo. Aquel iniciado hace cinco años cuando manifestaron, y siguen manifestando, que València no está en venta.

Entre su larga lista de demandas, las plataformas por el derecho a la vivienda piden fomentar las cooperativas de pisos, facilitar la reconstrucción o rehabilitación de viviendas vacías, intensificar el control sobre los apartamentos turísticos ilegales, sacar adelante la moratoria para frenar la proliferación de los legales y aprobar la declaración de zona tensionada para regular los alquileres. Lo resumen con una máxima de mínimos: "Pedimos voluntad política".