Protestas y soluciones
Jorge Olcina
Las protestas que llevan a cabo diferentes colectivos en España, en Europa, en los últimos años tienen, como telón de fondo, un tema común. Las exigencias de la Unión Europea para convertir a este territorio en un espacio de desarrollo sostenible y que lucha contra el cambio climático. La obligación de reducir emisiones, que conlleva cambio en el modelo energético y precios de la energía mayores; la obligación por reducir el uso de sustancias contaminantes en el suelo que conlleva mayores costes en la agricultura; la obligación de fijar zonas de bajas emisiones en las ciudades que ocasionan molestias y ponen en el horizonte de los usuarios la necesidad de cambiar los vehículos antiguos en un horizonte cercano; la obligación de planificar de forma sostenible los territorios que cambia la perspectiva de ordenación territorial que ahora prima los espacios a proteger, a conservar, a gestionar de forma creativa; la obligación de depurar las aguas residuales urbanas, que supone un coste mayor en el recibo del agua y en el precio que la agricultura paga por su uso posterior. En la mayoría de ocasiones estas obligaciones están amparadas en normativa europea (directivas) que fijan plazos y sanciones en caso de su incumplimiento. Europa es implacable en la necesidad de convertirnos en un territorio sostenible, adaptado a los requisitos ambientales y a los cambios del clima que se están registrando. Y esto supone, en el corto plazo, mayores costes para los ciudadanos, para el campo y para la ciudad. Las protestas son entendibles, por supuesto. La mayor parte de las veces están justificadas. El problema es que las soluciones, también a corto plazo, suponen siempre la rebaja de las exigencias ambientales, de los objetivos de sostenibilidad que se entienden de izquierdas cuando gran parte de ellas las han aprobado gobiernos o parlamentos de la Unión Europea con mayoría de derechas. Quiero decir que el medio ambiente, la acción por el clima, está o debe estar por encima de la ideología, de la política. Europa lo entiende así y actúa. En nuestro país, nos empeñamos en lanzarnos las políticas, las acciones necesarias para mejorar el medio ambiente entre nosotros; en hacer bandería política del clima, del agua, del suelo, de la costa, de los espacios protegidos, de la ordenación territorial. Qué pena.
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