"A las mujeres se nos sigue invisibilizando en el campo"

Un informe de la Unió Llauradora refleja que solo una de cada diez agricultores en la comarca de l'Horta es mujer

Vallivana y Amparo, dos labradoras de distinta generación, relatan su día a día en un sector muy masculinizado

Vallivana Albert en su huerto de cítricos en Picassent.

Vallivana Albert en su huerto de cítricos en Picassent. / Miguel Angel Montesinos

Abraham Pérez

Abraham Pérez

Vallivana Albert y Amparo Martí arrancan este 8M, Día Internacional de la Mujer, como cualquier otra jornada. Despertarse, atender a la familia y directas al campo a controlar cómo evolucionan sus cosechas. Sin conocerse la una a la otra, lo cierto es que estas dos mujeres comparten mucho más que una comarca. Madres, agricultoras y líderes de un proyecto agrícola en un sector muy masculinizado donde la presencia femenina supone una auténtica excepción

Así lo reflejan los datos de un informe elaborado por la Unió Llauradora en el que, empleando los datos oficiales de la Conselleria de Agricultura, concluye que al cierre de 2022 (el último año del que hay registros) de las 5.666 personas que había afiliadas al Sistema Especial Agrari en l’Horta, el 90 por ciento de los agricultores de la comarca son hombres y solo 1 de cada 10 son mujeres. A nivel nacional la cosa cambia, pero poco, pues según los datos del censo agrario, ellas son las jefas de explotación en un 29% de los casos.

Amparo y Valli son parte de este oasis. Nacidas en generaciones distintas, su pasión por el campo les viene desde la cuna. Procedentes de un linaje de «llauradors», ambas mujeres han decidido tomar el relevo a sus progenitores y tomar las riendas de los terrenos para emprender sus propios proyectos. Hoy, con motivo del 8M, comparten su experiencia con Levante-EMV.

Un papel invisibilizado

A sus «cincuenta y todos» años, Amparo Martí lleva casi toda su vida dedicándose al campo. La agricultora de Meliana cuenta que las mujeres «siempre hemos estado en el campo, lo que pasa que históricamente hemos ido al lado de los hombres, que eran los propietarios de las tierras». Tras varias décadas trabajando en el proyecto familiar, hace unos años decidió emprender su propio proyecto y comercializar aceite. Lo hacía con un doble handicap: ser mujer, y mayor. 

En este sentido, confiesa haberse sentido cuestionada en alguna ocasión «porque hay mucha gente que no entiende que haya empezado un proyecto a estas alturas» y advierte que «necesitas tener seguridad y caracter para trabajar en el campo porque es un sector en el que te vas a enfrentar constantemente a muchos hombres que te van a cuestionar por el hecho de ser mujer». Aunque celebra que esta situación está cambiando en los últimos años, reconoce que a día de hoy «hay algunos hombres a los que les cuesta digerir que las directrices las de una mujer». No obstante, en su caso hay muchos de ellos que le han visto crecer entre cultivos, y por eso «muchos de los que hace unos años venían a darte lecciones ahora se acercan para intercambiar impresiones».

Amparo Martí posa con sus olivos en Meliana.

Amparo Martí posa con sus olivos en Meliana. / LEVANTE-EMV

La labradora incide en que todavía sigue estando muy invisibilizada la labor de la mujer en el campo: «Hay muchas mujeres que trabajan a diario, lo que pasa que el agricultor es él y ella es ‘la que ayuda’. Solo se ve cuando son ellas las que lideran el proyecto, pero de cara al exterior sigue pareciendo que sean ellos los que mandan, a menos que estén solas y lideren un protecto».

Conciliar en el campo

Por su parte, Valli Albert, ha tomado ha tomado el control de los campos de cítricos familiares a sus 34 años, una decisión que enorgullece a su padre, aunque no esconde cierta inquietud «viendo cómo está el panoramana en el campo». Lo suyo con la agricultura es pasión, hasta tal punto que confiesa que para su cumpleaños «le digo a mi marido que no me regale flores, que me regale una azada».

La joven confiesa que en alguna ocasión se ha sentido cuestionada «por hombres que no han pisado un campo en su vida». Y es que ser mujer y joven «no es fácil en este sector». «Al principio la gente es muy reticente porque me ven muy joven, pero cuando me escuchan, mucha gente, sobre todo los más mayores, me dicen que da gusto escuharme». Y es que basta con intercambiar unas palabras con ella para darse cuenta de que lo que siente por la tierra es pasión. Criada entre campos, la joven se mudó a València para dedicarse a la hostelería. «Al principio me venía los fines de semana, pero mi padre se iba haciendo mayor y al final decidimos volvernos a Picassent porque realmente lo que a mí me gusta es esto. Primero combinaba el campo con otras faenas, pero desde hace dos años me dedico exclusivamente a esto».

«La amenaza no es ser mujer. Son las grandes superficies»

Preguntada sobre si alguna vez se ha planteado tirar la toalla porque «muchas veces solo sacas para gastos y necesitas tener un trabajo extra para poder vivir», este es un escenario que ni se plantea. «A mí me encantaría jubilarme aquí. Entre naranjos. De hecho, si pudiera compraría más terrenos. Yo no quiero hacerme rica. Yo lo que quiero es hacer buena naranja y sentirme orgullosa de ello. Por supuesto quiero vender, y vender a un precio justo. Pero para mí la máxima satisfacción es que me feliciten por el sabor y la calidad de mis productos».

Vallivana Albert muestra algunos naranjos de uno de sus huertos en Picassent.

Vallivana Albert muestra algunos naranjos de uno de sus huertos en Picassent. / Miguel Angel Montesinos

Albert incide en que la principal amenaza no es ser chica, «son las grandes compañías que están llevando al sector a la deriva». Al hablar sobre cómo es la conciliación familiar -es madre de dos niños de 4 y 8 años-, cuenta que no es fácil «porque el campo no entiende de horarios». Con todo, señala que tiene más facilidades que una persona que trabaja en una oficina.

Asimismo, subraya que existe una desigualdad entre hombres y mujeres en el campo, no por el importe que se paga sino en cómo se paga. «El problema es que a ti te pagan en función a los kilos que saques y no a las horas que trabajes. Por eso, aunque hay muchas mujeres en la agricultura, hay pocas en el campo recogiendo naranjas, porque es que te tienes que pegar una auténtica paliza para intentar sacar la mayor cantidad de cubos posibles porque eso es lo que va a definir tu sueldo».

Aunque asegura no haber sufrido muchos episodios machistas «porque soy hija del pueblo y aquí todo el mundo me conoce». Con todo, eso no ha evitado que en alguna ocasión haya vivido alguna situación en la que se haya dudado de su capacidad por ser mujer. «Lo ven raro -dice- pero no solo por el hecho de ser mujer sino también por ser joven». En este sentido, cuenta que «ha habido ocasiones en las que han intentado regatearme pensando que no tenía ni idea del campo o de los precios. Luego me escuchan hablar y se dan cuenta que seguramente controle mucho más que muchos hombres».

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