Opinión | A la contra

¡Qué regresen al colegio!

No hace falta discutir sobre la fracasada educación de hoy. Por obvia huelga argumentar. La prohibición de los móviles en los centros educativos –la aplaudo, sí– añade otro parche a una maltrecha escuela. Eduardo Galeano resumía muy bien un problema social, político y educativo raramente debatido entre ciudadanía, profesionales o dirigentes políticos. Cito adaptando su pensamiento a la actualidad y a un lenguaje no sexista: «Día tras día, se niega a los niños [y niñas] el derecho a ser niños [y niñas]. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños [y niñas] ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños [y niñas] pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños [y las niñas] que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor [y del móvil], para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños [y niñas] que consiguen serlo».

A partir de su reflexión, me planteo: ¿Protege la escuela el derecho de los niños y niñas a crecer, relacionarse, madurar y jugar libremente? ¿El sistema educativo cuida la infancia, la niñez, la preadolescencia? El neoliberalismo salvaje ha secuestrado el sistema educativo. La escuela, atravesada por una pedagogía carcelaria, competitiva y obsesionada con resultados académicos, abandonó hace mucho la idea de impartir felicidad. A mí no me interesa lo que diga PISA. Me preocupa si el alumnado –de manera especial Infantil, Primaria y ESO– crece feliz. Dar por supuesta una felicidad hogareña o familiar es ingenuo.

El colegio debería garantizar la vida buena de la infancia, la más vulnerable por definición. Lejos de ocuparse de este asunto nada sencillo, siguen los eternos debates que nunca conducen a nada ni aportan cambios considerables. En la escuela, la felicidad es el camino. ¿Qué ocurre en la sociedad para que el móvil robe esa infancia que acaba siendo la «caja negra» de la juventud? En ese móvil reciben o comparten violencia, porno, homofobia, machismo, misoginia, cosificación sexual, bulos, influencias tóxicas, prostitución… La educación carece de un proyecto crítico consigo misma, con la sociedad, con el sistema capitalista y con una tristeza burocrática que fosiliza al profesorado convertido en triste funcionario/a de una máquina destructiva y destructora llamada Administración. La degeneración escolar, administrativa y pedagógica viene de lejos. Y a mí, conocedor como pocos de la trinchera, desde Primaria hasta Bachillerato, se me ocurre al menos una propuesta urgente. Ha sido meditada, dialogada y apoyada por todas las profesionales con las que he conversado sobre la cuestión. Algunas añadían: «yo secundo tu idea no ya como maestra, sino como madre».

Propongo que 1º y 2º de la ESO regresen al colegio de Infantil y Primaria. Aceptemos que la Enseñanza Secundaria Obligatoria nos trajo un serio problema: la incorporación de niños y niñas a centros de Secundaria que, como en mis tiempos, fueron espacios abiertos, adaptativos y de adolescentes. Nos hemos burlado de la infancia de demasiadas generaciones arrojadas en Institutos de Secundaria masificados en los que difícilmente reciben atención individualizada. El colegio de Infantil y Primaria ha sido y es un espacio íntimo, personalizado, una suerte de refugio emocional, afectivo e intelectual. Proteger a las criaturas exige no considerarlas adultas antes de tiempo.

¿Negaremos que muchas familias eligen la escuela concertada porque ofrece un itinerario educativo desde los tres a los dieciocho años? El capitalismo deshumaniza y colectiviza, tritura la individualidad. ¿Acaso no hacen lo mismo los Institutos de Enseñanza Secundaria? La siempre malparada Filosofía vuelve hoy a verse atacada por una reducción horaria de Valores Éticos. Nunca olvidaré cuando impartía la materia en toda la ESO, a razón de hora por curso y grupo, con un total de 270 chavales. Triturar a las criaturas, ése es el fin último de los IES. Así nunca funcionará un sistema educativo, ni una asignatura, ni el mejor de los docentes. Tampoco la vida. Exijo el derecho a la protección de la infancia por encima de intereses academicistas, laborales u organizativos. Que esas criaturas de 1º y 2º de ESO se vayan –y bien pronto – a su Escuela de Infantil y Primaria.