El caballero Tupper

Pedro Carlos Tupper fue un representante diplomático que desde València procuró para España deserciones en las filas francesas y ayuda de los ingleses en la "Guerra del francés"

Cuadro de Vicente 
Castelló.  levante-emv |

Cuadro de Vicente Castelló. levante-emv | / Xavier Oms

Xavier Oms

Dicen los que lo conocieron, que Pedro Carlos Tupper era caballero de finos modales, de vasta ilustración, entendido en asuntos de comercio, de buen talento, pulcro en el vestir y popular sobre todo por usar unos anteojos con guarnición de oro, tal y como lo representó en 1810 el pintor Vicente Castelló en su cuadro «Valencia declara la guerra a Napoleón».

El caballero Tupper

Testamento de Peter C. Tupper. / Xavier Oms

Pero, ¿Quién fue realmente este caballero? Para empezar, diremos que su verdadero nombre era Peter Carey Tupper y que nació un día cualquiera del mes de junio del año 1784, en una pequeña isla británica del Canal de la Mancha cerca de las costas de Normandía llamada Guernsey, isla en la que muy posiblemente Víctor Hugo escribiera «Los Miserables» durante su exilio.

Sabemos que llegó a València en el año 1803, y por los Archivos de la Corona de Aragón observamos que el apellido Tupper figura tanto como demandante como demandado en varias causas ante el Tribunal del Comercio de Barcelona entre los años 1785 y 1811, por lo que podemos deducir que su familia ya mantenía contactos comerciales en España desde antes de su llegada a València.

La primera noticia de su actividad en la ciudad la encontramos en el «Almanak Mercantil o Guía de Comerciantes de 1808», en la que figura Pedro Carlos Tupper como vicecónsul de Dinamarca en València. Pero veamos antes cual era el panorama sociopolítico con el que se iba a encontrar nuestro personaje.

A finales de 1800 la convocatoria de un sorteo de quintas para la incorporación de mozos a las Milicias Provinciales provoca una revuelta urbana de grandes dimensiones, con víctimas mortales, numerosos heridos y la casa del Intendente de la Ciudad asaltada. A estos disturbios se sumaron los labradores de la huerta al siguiente año, consiguiendo arrancar de las autoridades locales la promesa de suprimir las detestadas Milicias Provinciales.

En 1804 España declara la guerra a Inglaterra. Según una Real Orden, «Toda propiedad inglesa hallada a bordo de cualquiera embarcación, aunque sea neutral y consignada a españoles, será confiscada; lo mismo que toda mercancía dirigida a los puertos ingleses o sus colonias». Pero pronto las tornas iban a cambiar.

El caballero Tupper

Carta de Peter C. Tupper / Xavier Oms

Las relaciones comerciales con Francia estaban, de momento, aparentemente normalizadas, aunque la inquina de una parte de la población hacia los franceses asentados en nuestra ciudad provocó múltiples incidentes que culminaron con los sangrientos sucesos de junio de 1808 en los que perecieron asesinados en la Ciudadela más de trescientos franceses. Un mes antes, Vicent Domènech, «El Palleter», había declarado la guerra a Napoleón en la plaza de les Panses. Días antes, las tropas napoleónicas habían entrado en España y Carlos IV había renunciado sus derechos a favor de Napoleón Bonaparte, que a su vez los cedió a su hermano José, coronándose rey de España como José I. Como consecuencia de todo esto, Francia deja de ser amiga e Inglaterra enemiga, aliándose con España en su lucha contra las tropas napoleónicas.

El caballero Tupper

Carta de Peter C. Tupper al secretario de la Junta General. / Xavier Oms

Hemos dejado a nuestro Pedro-Peter C. Tupper como vicecónsul de Dinamarca en València, pero resulta que Dinamarca en aquellos años era aliada de Francia, así que para evitar suspicacias, este buen señor rechazó su cargo como vicecónsul de aquel país, reafirmándose en su condición de ciudadano inglés, pues como señala Elías Durán (La ayuda inglesa en el Levante español durante la guerra de la Independencia), en los primeros meses de su estancia en València, don Pedro se presentaba como holandés para esquivar cualquier deportación.

Tras los sucesos de mayo de 1808, la abdicación de Carlos IV y el consiguiente vacío de poder, se crea en València la Junta Suprema de Gobierno del Reino de Valencia, promovida entre otros, por los hermanos Bertrán de Lis y el padre Juan Rico, de la que Peter C. Tupper es nombrado miembro, encargándose del comercio al por mayor, eso sí, después dejar bien claro que no, ni era holandés, ni danés, sino todo un caballero inglés.

No muy mal le fueron las cosas a Mr. Tupper, pues según contaba el escritor Sir John Carr, cuando en uno de sus viajes por el este español en 1809 recaló en València, se alojó en el palacio de Tupper y quedó maravillado de sus riquezas y de la hermosa villa que el cónsul poseía en Patraix.

Pero si importante fue su papel como mediador entre Gran Bretaña y España, mayor fue su implicación en la lucha contra el ejército francés. Sus proclamas a los valencianos insuflándoles valor y esperanza, y las invitaciones a la deserción dirigidas especialmente a los soldados no franceses alistados en el ejército napoleónico, son buena prueba de ello y que la escasa prensa de aquellos años da fe; sobre todo los editados en Cádiz, El Redactor General, El Conciso, o en las Baleares, tanto el Diario de Palma como el Diario de Mallorca. Es de destacar, por las cartas ológrafas de Mr. Tupper, aparte de su exquisita caligrafía, el perfecto conocimiento y dominio de la lengua castellana, de la valenciana lo ignoro aunque lo mismo lo hablaba en la intimidad.

En junio de 1810 nuestro hombre marcha a Londres para recabar ayuda económica y adquirir suministros de armas y municiones, amén de dar cuenta al ministro del Foreign Office de la precaria situación en la que se encontraban los territorios no ocupados por los franceses. Después de infructuosas gestiones, el cónsul Mr. Tupper consigue la ansiada ayuda y el 10 de septiembre de 1811, el periódico gaditano «La Gaceta de la Regencia» daba cuenta de la llegada a la bahía de Cádiz, gracias a la gestión de Mr. Tupper, de parte de la ayuda británica consistente en gran cantidad de armas, municiones, pólvora, medicinas e instrumentos de cirugía, aparte de «varios pertrechos y utensilios de la misma clase, para la división del coronel Espoz y Mina, Juntas de la Mancha y del Reino de Valencia».

El Diario de Palma publicaba la llegada a Dénia el 29 de septiembre de Peter C. Tupper con un convoy llevando armamento, municiones y otras provisiones de guerra. Dos días después, entraba en el Grau de València «el señor Tupper (bien conocido allí) con 4 fragatas de guerra inglesas, 4 barcos capaces de 4 cañones cada uno y provisiones de boca y guerra» (El Redactor General 19/10/1811). Su entrada en la ciudad fue triunfal según comentaba la prensa local.

Una vez llegada la ayuda, el problema del transporte y la distribución del material, es el mismo Tupper quien lo cuenta en una de sus cartas: «partirán en pequeñas caravanas de mulas y asnos, por caminos a través de las montañas, donde el enemigo aún no ha llegado». (Elías Durán Op. Cit.).

Las proclamas, tanto a la invitación a la deserción como a los valencianos apelando a su valor y patriotismo (El Redactor General 13/11/1811) no evitan que el 6 de enero de 1812 las tropas del general Suchet sitien por tercera vez la ciudad y la bombardeen. Las calles de Zaragoza, San Martín y la Plaza de Santa Catalina quedaron prácticamente destruidas. La Universidad y el Palacio Arzobispal ardieron en llamas. La Vilanova del Grau, Poble Nou de la Mar y finalmente la ciudad de València capitularon. El día 10, el general Joaquín Blake entrega la ciudad a los franceses.

Afortunadamente, nuestro hombre consigue huir y se establece en Alicante, desde allí apoya a las guerrillas del interior de España en especial a las de Espoz y Mina, el Empecinado y Durán y a la del guerrillero de Nules, Asensio Nebot (a) El Fraile. También jugó un papel muy importante, interceptando correos enemigos y estableciendo una red de informadores y espías. Acabada la guerra y a petición de la ciudad de València, el Caballero Tupper recibe el título de Barón del Socorro, título que curiosamente no fue reconocido nunca en su país. En 1815 se establece en Barcelona, al conseguir el consulado inglés en dicha ciudad. Falleció en Madrid cuando realizaba unas gestiones, un 4 de junio de 1825 a los 41 años de edad.

Pero no todos tenían una opinión lisonjera del Caballero Tupper. El jurista e historiador José Vives Císcar, en un artículo publicado en el Almanaque de Las Provincias del año 1893, denunciaba que «realizó un negocio redondo, comprando en una semana todo el azúcar y cacao que existía almacenado dos días antes que se supiera el rompimiento de las hostilidades con la Gran Bretaña en 1796, noticia de la cual únicamente era conocedor Tupper». Lo que se ve que no sabía el señor Vives, es que nuestro personaje tenía en esas fechas 12 añitos. Un poco precoz ¿no? También le acusaba de ser consignatario de «todos los barcos corsarios y contrabandistas que, bajo distintas banderas, cruzaban el Mediterráneo» y de convertir la Bajada de San Francisco «en un Gibraltar, donde corachines (sacas) de tabaco, percales y todos los demás géneros de aquella plaza robada a España, vinieron a anidarse y venderse en la de San Francisco». De las fuentes de información en la que basa sus asertos, sólo cita un manuscrito que obra en su poder y del que no da más datos y la de un autor anónimo.

Críticos también con Tupper y con más elementos de juicio, fueron sus contemporáneos, como el Capitán General de València, Domingo Izquierdo, que al año de residir Tupper en València, lo calificaba así: «Por lo que toca a Tupper se le conoce en esta ciudad por su genio intrigante, no está domiciliado en ella, se sabe también que es de nación inglesa, aunque siempre se ha imputado holandés … es soltero, no tiene bienes y no profesa la religión católica». Y deja caer que obtuvo el cargo de vicecónsul, por puro interés comercial. También el coronel Green le mostró su descontento, censurando las fiestas que se dieron en València por el cumpleaños de Fernando VII en 1809, organizadas por la Junta, de la que el cónsul era miembro activo, mientras sus tropas sufrían no muy lejos de allí. (Elías Durán Op. Cit.).

Otra voz crítica, y tal vez interesada, fue la de John Hookham Frere, primer representante oficial de Inglaterra en España, y digo interesada porque cuando nuestro Tupper solicitó la plaza de cónsul en Alicante, Mr. Hookham también presentó la de su candidato, un tal Mr. Arabot, que finalmente fue el afortunado. Éste fue el comentario que hizo llegar al Foreign Office: «No sé si son conscientes de que Mr. Tupper (a pesar de un hombre que puede ser útil por su brío y diligencia) tiene muy mala reputación en lo referido a su honestidad».

Llama la atención que siendo Tupper amigo y colaborador de declarados liberales como los hermanos Bertrán de Lis, participase activamente en los festejos y celebraciones que con motivo de la llegada a València de Fernando VII en abril de 1814 tuvieron lugar en esta ciudad, más, teniendo en cuenta que fue aquí y en el Palacio de Cervelló donde el 4 de mayo de 1814 abolió la Constitución de Cádiz -la Pepa- y restableció el absolutismo.

No es mi intención ni la de este artículo juzgar a nadie, la historia y sus personajes tienen sus luces y sus sombras y todo hay que situarlo en su contexto adecuado. Suchet, Moncey, El Palleter, Romeu, Elío … sus nombres perviven en la memoria colectiva, pero a pesar del papel decisivo que tuvo en la «Guerra del Francés» y en esta ciudad ¿quién recuerda hoy al Caballero Tupper?

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