Muerte y duelo: el arte de fotografiar a los niños difuntos

La colección de Rafael Solaz, con impactantes retratos de familia con personas fallecidas, llega a la Facultad de Psicología

«Muerte y duelo» es el título de la exposición organizada por la Universitat de València en la que podrá verse una selección de la colección de fotografías antiguas de difuntos del bibliófilo e investigador Rafael Solaz (València, 1950). La muestra, donde se pueden ver 60 impactantes imágenes de personas fallecidas, muchas de ellas niños y niñas de corta edad, estuvo entre marzo y mayo pasados en la Facultad de Medicina y Odontología, y se podrá ver de nuevo a partir del próximo miércoles, coincidiendo con la festividad de Todos los Santos, en la Facultad de Psicología.

La exposición transita los conceptos de ausencia, el duelo y la muerte a partir de una selección de imágenes «post mortem» recopiladas por Rafael Solaz a lo largo de los años. Las imágenes invitan a pensar al espectador, más allá del componente morboso o de rechazo, sobre la fugacidad de la vida.

Las fotografías familiares que ahora saturan los dispositivos móviles no eran habituales cuando surgió la fotografía, con los primeros daguerrotipos, en 1839. El retrato «post mortem» sirvió en sus inicios para recordar a los difuntos cuando no había imágenes de las personas en vida. La invención de la fotografía ayudó a mantener el recuerdo de los seres queridos y sobrellevar el duelo.

Las fotos expuestas «potencian y facilitan el culto, la conmemoración e incluso la confirmación de la muerte», explica la investigadora e historiadora Esther González, comisaria de la exposición junto con Raquel Baixauli.

El retrato de difuntos fue un lucrativo negocio hasta que aparecieron las funerarias y luego los tanatorios. Había casas de fotografía especializadas y en muchos casos eran auténticos montajes, en los que incluso se buscaba dar la sensación de que el bebé o el niño o niña fallecido está vivo o dormido, dulcificando así la muerte.

Solaz ha recopilado fotografías de difuntos de toda Europa y Estados Unidos, también de distintos puntos de España. No era una cosa de familias pudientes. Solaz cuenta con retratos de familias humildes de la calle Alta, en el barrio del Carmen. «Algunos retratos tienen por detrás dedicatorias y otros pueden llegar a dar miedo», reconoce el investigador y coleccionista, reconocido este año como hijo Predilecto de la ciudad por el Ayuntamiento de València por su trabajo de investigación en distintas vertientes.

Más de 300 imágenes de difuntos

Rafael Solaz ha reunido más de 300 imágenes de difuntos, incluidas fotos de familia donde aparece el difunto posando entre los vivos. «Se colocaban con los ojos abiertos y alguien lo sujetaba por detrás», apunta Solaz.

La mujer en el rol de madre y esposa se repite en muchas de estas imágenes posando con el niño o la niña fallecido en brazos.

Rafael Solaz lleva años coleccionando materiales que evocan o evidencian la muerte, una compilación que de algún modo invita a celebrar la vida. En su investigación, Esther González cita la costumbre del «velatori de l’Albat», muy arraigada en la cultura mediterránea. Los velatorios fueron en algún momento actos de celebración, donde se cantaba, se comía y bebía y se celebraba en suma que el niño o niña fallecido, en una época de alta mortandad infantil, se convertía en un ángel. Hay pocos registros de esta costumbre en la que todo el pueblo acudía al velatorio. La iglesia católica la suprimió.

La exposición propone mirar las fotografías como espectador activo que reflexiona sobre el paso del tiempo, el poder de las imágenes y la finitud de la existencia en una sociedad como la actual, obstinada en ocultar la muerte y el dolor individual, explica Esther González, que acaba de publicar su tesis sobre los retratos «post mortem». Esta costumbre, que ahora puede parecer macabra, de retratar la muerte no ha desaparecido. La muerte privada no se exhibe tanto como la muerte pública a la que estamos más acostumbrados porque nos parece lejana. Con todo, la sociedad no deja de conmoverse con las imágenes de niños muertos en conflictos bélicos o en las tragedias de la inmigración.

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