Los cristianos LGTBI de València: “Nosotros salimos dos veces del armario”

Jóvenes valencianos se reúnen en un centro de los Jesuitas para acompañarse y refugiarse del rechazo social

El grupo LGTBI del Centro Arrupe desfiló en el Orgullo de València con un lema de Lady Gaga que causó sensación

Celebran el aperturismo de un Papa que acaba de dar luz verde al bautismo de gais y trans

Domingo por la noche en el centro de los Jesuitas

Domingo por la noche en el centro de los Jesuitas / Francisco Calabuig

Claudio Moreno

Claudio Moreno

Dos domingos al mes, un grupo de jóvenes se reúne en València alrededor de una mesa larga para hablar de su identidad. Les acoge el Centro Arrupe de los Jesuitas, localizado en el barrio del Botánico, y componen un cuadro que sin ser la Última Cena también tiene algo de traición. Porque esta tertulia es en realidad un refugio frente al rechazo de parte de la sociedad por abrazar dos comunidades teóricamente en conflicto: la cristiana y la LGTBI. 

“La gente se acerca a nosotros con sorpresa. Nos preguntan que cómo puede existir un cristiano gay”, introduce Mikel Labiano, impulsor del grupo LGTBI de Arrupe –integrado por 50 personas– del que se desgaja este espacio de encuentro bimensual. En él comparten sus respectivas vivencias y abordan temáticas de toda índole, desde las lecturas del Evangelio hasta el documental del Papa. “Su diálogo con chavales diversos fue un gran paso, pero para los que estamos más avanzados supo a poco”, dicen, y afean la evasiva del Pontífice respecto al sacerdocio femenino. 

Reunión del grupo LGTBI en el Centro Arrupe del barrio del Botánico (València)

Reunión del grupo LGTBI en el Centro Arrupe del barrio del Botánico (València) / Francisco Calabuig

Es el debate asambleario y terapéutico de un rebaño en ocasiones abandonado incluso por sus propios pastores. En la última reunión participan diez personas de edades comprendidas entre los 19 y los 53 años –de Mikel y algún otro invitado veterano–. Y muchos cuentan historias dolorosas. La intolerancia de los padres. Las miradas en el pueblo. La reprobación del cura. “Un sacerdote al que le dije que soy lesbiana me contestó que entonces tenía que abrirle mi intimidad. En la práctica me estaba diciendo: o vives como yo te digo o en la Iglesia no entras”, relata Carmen, de 24 años. 

Que la institución eclesiástica ha perseguido históricamente a los homosexuales lo ejemplificó el anterior Arzobispo de València, Antonio Cañizares, cuando dijo aquello de que hay que salvar a la familia de “la escalada del imperio gay”. Sin embargo, en las distancias cortas, el tono se adapta a las circunstancias. “Al presentar el proyecto los Jesuitas nos dieron las gracias por aliviarles la carga de trabajo, porque en la Archidiócesis, cuando se encontraban con cristianos LGTBI, se los enviaban todos a ellos. Eso significa que en instancias altas saben que esta realidad no se puede meter bajo la alfombra, aunque el discurso oficial sea otro”, dice Mikel. 

Pero la hostilidad rebasa los círculos religiosos y los cristianos LGTBI de València se han acostumbrado a que les señalen su aparente incongruencia en ambientes, a priori, más aperturistas. “En el movimiento feminista una chica me dijo que era hipócrita el ser cristiana y feminista”, relata Rosalía, de 28 años. “A mí se me quedó grabado cuando me dijeron que ser trans y cristiano era de masoca”, añade un chico que prefiere no dar su nombre. “Yo me he encontrado más rechazo dentro de la comunidad LGTBI por se cristiano que dentro de la Iglesia por ser gay”, confiesa Héctor, por primera vez en Arrupe. No en vano en el grupo hablan de una “segunda salida del armario”, la primera por la orientación sexual y la segunda al anunciar su fe dentro del colectivo LGTBI. 

Nuevos tiempos

Pese a todo, eligen la ternura y no el cinismo para construir puentes entre dos colectivos a los que no piensan renunciar –“ambas nos definen como personas, lo incongruente sería rechazar el amor a Dios o a personas de nuestro mismo sexo”–, y se muestran esperanzados con el nuevo rumbo trazado por el papa Francisco. Entre otros avances, el Pontífice acaba de dar luz verde al bautismo de gais y trans, la Iglesia ha recogido por primera vez las siglas LGTBIQ en un texto oficial, el Documento para la Etapa Continental, y la institución también ha alumbrado un movimiento llamado Nueva Evangelización que intenta taponar la pérdida de feligreses desencantados con su vertiente más conservadora. 

Varios de los participantes en los encuentros llevan pulseras LGTBI

Varios de los participantes en los encuentros llevan pulseras LGTBI / Francisco Calabuig

Pero la tolerancia no se queda ahí; permea en otras direcciones. Los cristianos LGTBI de Arrupe explican que a nivel parroquial hay curas de València que ya se han puesto a su disposición, y hablan de una corriente subterránea de cristianos afines a su causa. “La institución no es monolítica, dentro hay muchas sensibilidades, y normalmente nos sentimos acogidos por los creyentes de base más allá de los obispos y la doctrina oficial contra la que luchamos”, narra Luis sobre un pulso que trasciende el ámbito municipal: la religiosa María Luisa Berzosa ha trasladado al Papa las reivindicaciones del grupo valenciano. 

Y también en la calle se van aceptando las aristas de esta doble identidad, como quedó demostrado en el desfile del pasado Orgullo LGTBI de València, donde el grupo causó sensación con una pancarta en la que aparecía dibujado Jesús abrazando a un niño trans y la frase ‘Todos somos hermosos a nuestra manera, porque Dios no comete errores’. Era la traducción de un verso de Lady Gaga. El soplo de aire fresco que necesita esta institución. “Soñamos con una Iglesia más inclusiva y la estamos haciendo realidad”, aseguran. 

Pederastia y matrimonio homosexual

Pegado a la actualidad, el grupo LGTBI de Arrupe analiza el informe del Defensor del Pueblo en el que se recogen casi 500 casos de abusos sexuales por parte de religiosos, sacerdotes y personal contratado por la Iglesia. Carmen es tajante: “No debería haber ni un solo caso por el simple hecho de lo que significa ser Iglesia. La Iglesia es acogida, comunidad, asamblea. Cualquier caso de abuso significa violar esa intimidad. La Iglesia debería pedir perdón y todavía no lo ha hecho”, sentencia Carmen, y añade: “Una cosa peligrosa que también pasa dentro de la Iglesia Católica es asociar la pederastia con la homosexualidad, como si por tener una determinada orientación sexual hubiera mayor propensión al abuso”, dice la psicóloga en un testimonio al que se suma Luis: “Unido a esto hay algo que casi todos hemos vivido en el entorno cristiano: el hecho de que presupongan que somos LGTBI porque hemos tenido alguna experiencia traumática en la infancia”.

Un último debate candente: los gais y trans ya pueden ser padrinos y testigos de bodas, lo acaba de anunciar el Papa, ¿para cuándo un matrimonio homosexual oficiado por la Iglesia? “Lo veremos en 200 o 300 años con una máquina del tiempo”, bromea Mikel. “Nosotros somos muy conscientes de que estamos dando pasos hacia realidades que no vamos a vivir, y parte del grupo LGTBI es aceptar esto. A veces la frustración nos lleva a pensar que no tenemos sitio en la Iglesia, de modo que aquí en Arrupe lo que hacemos es acompañarnos, aceptar esa realidad y trabajar por un futuro mejor para quienes vengan detrás”.