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Puig y Mazón buscan su espacio ante un centro en expansión

El abrumador resultado de las elecciones andaluzas, el desgaste socialista por el caso Oltra y la amenaza de una crisis económica a las puertas de las urnas modulan el discurso de los dos grandes partidos en la C. Valenciana y anticipan una batalla por el votante moderado

Ximo Puig y Carlos Mazón, antes de una reunión mantenida durante la fase álgida de la pandemia. Generalitat

Al igual que el universo, el centro político se expande. También en la Comunitat Valenciana, donde el tablero de juego ha adoptado en cuestión de semanas forma cóncava, inclinando los extremos y empujando a las dos grandes formaciones hacia el medio del mismo. Es una tendencia global, pero a nivel autonómico el movimiento centrípeto comenzó a evidenciarse con el estallido del caso Oltra, tomó velocidad tras la arrolladora victoria del PP en Andalucía y se ha terminado de consolidar ante los negros augurios macroeconómicos. Ante esta concatenación de acontecimientos, PSPV y PP han reorientado sus brújulas electorales y ambas parece que apuntan al mismo espectro: el votante moderado.

Mónica Oltra fue imputada el viernes 17 de junio y el domingo Moreno Bonilla pintó de azul Andalucía, mandando de paso a la irrelevancia a la extrema derecha. Desde el día siguiente, todos querían ser Juanma. La ciudadanía había premiado la gestión y la moderación y Ximo Puig y Carlos Mazón se lanzaron a una carrera por destacar aquello que les asimilaba al nuevo héroe popular. 

Los socialistas remarcaban que son ellos los que gobiernan (y que lo hacen para la «inmensa mayoría», según incide últimamente Puig) y por tanto pueden obtener los réditos de haber estado al volante durante la pandemia y el posterior despliegue de las ayudas sociales mientras los populares, por su parte, se señalaban el escudo y daban por iniciado el cambio de ciclo.

Ese resultado electoral puso en guardia al PSPV y marcó, junto a la fiesta y los bailes de Compromís, un punto de inflexión en la gestión de la crisis interna. Puig dejó las medias tintas ese mismo lunes y llamó a tomar decisiones rápidas, consciente de que el PP había olido la sangre.

Y es que pese a que la imputada era Oltra, el dedo de Mazón señalaba en todo momento al president, a quien trata de alejar del centro y acercar a sus socios de la izquierda. La salida de Oltra al día siguiente alivió a los socialistas, que vieron como el calendario se aliaba con sus intereses y Ford anunciaba ese mismo día su inversión para electrificar Almussafes.

Miel sobre hojuelas para el líder del Consell, ya que la apuesta de Ford entroncaba con el otro gran hito que venía destacando Puig de forma incansable, la instalación de la gigafactoría de Volkswagen en Sagunt. Gestión, gestión y gestión, como se vio en la última sesión de control al Consell de esta semana. Un ‘all in’ a la economía no exento de riesgos, ya que la sombra de una recesión en otoño es cada vez más alargada.

Esa posible crisis económica en ciernes es decisiva en esa percepción de la política clásica de que el centro se expande. “El miedo nos hace conservadores”, asegura Javier Paniagua, exdiputado socialista en el Congreso y catedrático de Historia Social y Pensamiento Político, que entiende que un clima de incertidumbre siempre premia a políticas de centro.

El vicesecretario de acción institucional del PP y vicepresidente del Partido Popular Europeo, Esteban González Pons, comparte este análisis. Prevé que los nubarrones económicos refuercen a los dos partidos de la política tradicional. Por un lado porque, dice, la UE seguirá dando margen de endeudamiento —lo que beneficia a Sánchez y Puig—, mientras que el «centro derecha se verá impulsado por esa búsqueda de seguridad» que surge de momentos de crisis, según Pons.

¿Un modelo agotado?

El popular va más allá y habla de un «hartazgo» de «lo que se llamó nueva política tras el 15M». «Solo queda Pedro Sánchez» de aquellos líderes, recuerda mientras enumera a Pablo Iglesias, Pablo Casado, Albert Rivera o incluso Inés Arrimadas, a quien da prácticamente por amortizada. Pons defiende que los votantes «atribuyen» a estas formaciones «los fracasos actuales» y detecta «nostalgia de la Transición», por lo que concluye que el centro está de moda. 

Al margen de ese mar de fondo, uno y otro coinciden en que el 19J fue clave en la aceleración de este giro centrista. Al respecto, Paniagua destaca las «similitudes» de Puig con Moreno Bonilla y los «réditos» que ha extraído el president de su «moderación». «Es capaz de defender la lucha de clases ante UGT y CC OO y la socialdemocracia cristiana ante [el cardenal] Cañizares», reflexiona.

González Pons, a ese respecto, apunta que el peligro para Puig es «ser víctima de Sánchez». «Tiene las condiciones para ser transversal», admite, pero «cuenta en su debe con Sánchez y sus pactos con Bildu o ERC». En todo caso, detecta que el líder valenciano está implementando una estrategia «contraria a la de Espadas», el candidato del PSOE a la Junta. «Espadas hizo campaña a favor del PP al agitar el miedo a Vox sin facilitar una investidura. Y Puig hace lo contrario, se sitúa en el centro y ofrece el voto útil». Así, concluye que «la única forma para que Podemos y Vox dejen de ser influyentes es que el PP y el PSPV se comprometan a facilitar la investidura de la lista más votada», añade.

Los movimientos son inversos pero homologables al otro lado del río. Mazón ha aparcado las críticas al “pancatalanismo” del Consell o la batalla hídrica desde que Moreno logró la Junta y de paso llevar a la extrema derecha a la irrelevancia política. Desde entonces se ha focalizado en presentarse casi como un candidato socialdemócrata, situando las medidas de carácter social y especialmente la Sanidad como sus "prioridades" para conquistar la Generalitat. Queda por ver cómo evoluciona la relación con los ultras, ya que una mayoría como la de Moreno en la Comunitat Valenciana se antoja casi imposible, pero de momento Mazón ha deslizado algunas líneas rojas a Vox.

A esta pugna hay que añadir el casi medio millón de votos que Ciudadanos logró en 2019 en la C. Valenciana y que añaden motivos al giro centrista de Puig y Mazón. Las constantes debacles de los naranjas en las elecciones recientes dejan en el aire el botín que la formación obtuvo en las autonómicas en la C. Valenciana. La transferencia de voto es una incógnita y no es descartable incluso una integración de Cs en el PPCV, pero Paniagua ve relación en el giro socialista y la desintegración de Cs. “Se pueden ir casi todos al PP si el PSPV es percibido como radical”, defiende.

Los valencianos se derechizan

La sociología también juega un papel en estos cambios de estrategia. El Centro de Estudios Sociológicos (CIS) incorpora una pregunta en sus sondeos que mide la autoubicación ideológica de los encuestados. Con una escala donde el 1 es izquierda y el 10 es derecha, el CIS pide a los ciudadanos que se sitúen según sus principios políticos. Analizando la evolución de esta variable también se entiende esa mirada actual al centro. Tras las elecciones de 2011, la media se situaba en el 5,1. Es decir, centro derecha. Comenzó entonces un viaje a la izquierda. En 2015 se situó en el 4,6 y en 2019, en el 4,7.

El organismo solo considera datos “estadísticamente representativos” los que ofrece tras los comicios y recuerda que los barómetros posteriores se realizan con muestras más reducidas. En todo caso, este diario ha recopilado su evolución en el último año, que constata que se ha revertido la tendencia progresista iniciada tras el primer Botànic y que el péndulo oscila ahora hacia la derecha: del 4,6 de septiembre se ha pasado progresivamente al 5 registrado en junio, el último estudio disponible.

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