CANDIDATAS A FALLERA MAYOR DE VALÈNCIA 2024

Farmacéutica, profesora de baile y fallera en un «tres por uno»

Lucía Hernández Carabal. Falla Fernando el Católico-Àngel Guimerà. 23 años

Lucia Hernandez Carabal (Fernando el Catolico Angel Guimera)   copia

Lucia Hernandez Carabal (Fernando el Catolico Angel Guimera) copia / M. Domínguez

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

Lucía se presenta con tres texturas extraordinariamente diferenciadas. Una: «soy farmacéutica». Otra: «soy profesora de baile». La tercera, «soy fallera». Esto último se sobreentiende, pues para eso es una de las preseleccionadas que aspira a todo el 30 de septiembre. Así que, por partes. Primero, la rebotica. «Acabé en noviembre del año pasado y actualmente estoy trabajando en una farmacia». En la calle Méndez Núñez. Y, de momento, a la espera de tomar decisiones. «Estoy pensando aún si hago la oposición (el FIR, el MIR de los farmacéuticos) y hago las prácticas en el hospital o si hago un máster. Me gusta mucho el mundo hospitalario, la Oncología, la Genética...».

Y mientras, despachando, «que también es importante, porque tiene un papel de asesoramiento y seguimiento y quería conocerlo. No son las mismas enfermedades, claro, pero es apasionante». Razón todo ello por lo que reconoce que «no sé aún por qué lado me dirigiré». Quizá la decisión dependa también del 30 de septiembre. El caso es que la farmacia le llena. «Es muy satisfactorio ayudar al paciente. A raíz de la pandemia se ha descubierto más la importancia del farmacéutico».

Lucía Hernandez, en la Ofrenda

Lucía Hernandez, en la Ofrenda

Lucía Hernández, con el premonitorio 10 de su preseleccion.

Lucía Hernández, con el premonitorio 10 de su preseleccion. / M. Domínguez

Y luego está lo del baile. «Si: he hecho baile moderno y estoy en un grupo de bachata y mambo. Una amiga y yo tenemos un estudio y damos clase a niñas pequeñas. De hecho, la preselección le coincidió con «la preparación del festival de Fin de Curso».

Vida a toda velocidad

Lo cierto es que entre una y otra, la vida le va a velocidad supersónica con 23 años: «me levanto a las siete y media y me voy a la farmacia, donde estoy hasta las dos. Estoy un poco en casa y vuelvo a la farmacia. Luego hasta las ocho. Y a partir de ahí, los bailes: o dar clases o recibirlas. Y los jueves, la junta de la falla, que eso es sagrado». Porque hay que recordar que esto es una cuestión de Fallas. «El Bunyol estaba muy cerca de casa. Fui fallera desde los cinco años, aunque bajaba antes. Era donde iban las amigas del cole, Escolapias, y desde muy pequeña acabé allí, en una comisión que es espectacular».

No le dio tiempo a ser fallera mayor infantil y ha sido mayor «porque, aunque lo llevaba rodando en la cabeza, fueron las amigas las que se decidieron, por su cuenta, decidir que lo iba a ser y ellas también es quienes se lo dijeron a mis padres. Y no... no me echaron de casa». Ahora llega con fuerza para que se vuelva a hablar de El Bunyol.