Los conductores se rebelan contra la EMT por los "horarios imposibles"

El Comité de Empresa llevará a los tribunales el "incumplimiento sistemático" del descansos de los chóferes después de cada ruta 

La compañía aprieta en la frecuencia horaria y aprieta y el estrés se dispara: hay 137 conductores de baja, el 10% de la plantilla

Los pasajeros se organizan para subir al autobús de la EMT en València

Los pasajeros se organizan para subir al autobús de la EMT en València / Francisco Calabuig

Claudio Moreno

Claudio Moreno

El comité de empresa denunciará a la EMT por el «incumplimiento sistemático» del descanso del 15% sobre el tiempo conducido al que tienen derecho los conductores tras cada recorrido, un derecho recogido por convenio desde 2017. Los trabajadores deberían poder bajar del autobús unos ocho minutos, estirar las piernas, tomar un café exprés; pero la exigencia del horario les obliga a reemprender la marcha tras un breve respiro de dos minutos. Llevan varios meses al mismo ritmo de fatiga y finalmente, tras peticiones por escrito y verbales que han caído en saco roto, han decidido recurrir a la justicia. 

Los conductores de la EMT atribuyen el incumplimiento de este descanso a una mala planificación en los tiempos de recorrido. «Nos exigen los mismos tiempos que en pandemia, pero el pasaje ha aumentado muchísimo desde entonces», aseguran, y señalan las diferentes ayudas que el Gobierno central y la Generalitat han venido dando para el uso de transporte público –unidas a la ausencia de restricciones– como razón principal de este gran incremento. «Donde antes se subían tres personas ahora se suben diez. Es una gran noticia, pero eso hace que los horarios que nos marquen sean imposibles de cumplir», lamentan. 

Una situación en forma de círculo perverso. El estrés por no llegar en hora a las paradas de prácticamente ninguna línea hace que se disparen los cuadros de ansiedad, algo que se traduce en una epidemia de bajas médicas. En la actualidad hay 137 conductores de baja en una plantilla de 1.260 –es decir, el 10 %–. Esto hace que todos los días falten unos 50 coches, uno por línea, y que la frecuencia de paso caiga todavía más. 

«De las bajas no se informa porque a la empresa no le conviene, implicaría reconocer un problema y eso les costaría dinero”, dicen los diferentes sindicatos representados en la EMT. “Pero es muy curioso, cuando los horarios aprietan demasiado las bajas aumentan. Y luego están los problemas en el área técnica, los autobuses se estropean y muchas veces no pueden salir. De ahí que el servicio en todas las líneas sea deficiente», manifiestan los trabajadores. 

Todo eso se traduce en un descontento generalizado entre los usuarios del autobús municipal, y en los últimos en una escalada de tensión que ha sobrepasado el límite de la violencia física. «No es casualidad que estemos viendo más agresiones en buses de la EMT», dicen los trabajadores sin saber bien cómo atajar el problema. «Cuando el coche de las 7.15 no sale y tú llegas a las 7.40, es normal que la gente que no llega al trabajo te reciba con nerviosismo. Los retrasos provocan broncas y el conductor está en primera línea. Al final cada trabajador actúa como puede, unos paran el autobús, otros echan al pasajero, otros entran en la pelea a voces. Al final lo único que puedes hacer es capear el temporal», lamentan las mismas fuentes.

"No es casualidad que estemos viendo más agresiones en buses de la EMT"

Asimismo, desde el comité de empresa explican que el vacío de poder en la empresa tras las elecciones del 28M y el cambio de gobierno –Catalá nombró al nuevo gerente de la EMT el 26 de julio, un més despúes de su investidura– ha retrasado unas contrataciones absolutamente necesarias en el servicio municipal de transporte. La empresa venía de un déficit de 75 conductores, pero con el cambio en la alcaldía se paralizaron las incorporaciones. Tanto es así que 45 conductores que ya habían pasado el reconocimiento médico se quedaron en su casa porque la gerencia en funciones no tenía capacidad para dar el visto bueno a los nuevos contratos. Se prevé que estas personas se incorporen finalmente en septiembre, de modo que la plantilla tendrá que afrontar el turístico mes de agosto en cuadro.  

Por último, desde el comité piden que el nuevo equipo de gobierno planifique con sentido tanto los recursos de la empresa pública como la futura moviliad de la ciudad: «Quieren revertir Colón y quitar los dos carriles bus-taxi, pero si no varían los recorridos de algunas líneas será una salvajada». 

Saturación en los buses que van a la playa

Los retrasos y deficiencias descritas tienen mayor incidencia, durante un mes de agosto con temperaturas de récord, en aquellos convoyes que cubren rutas a los arenales de la capital del Turia. La Línea 25 que va de Puerta del Mar al Perelló es una de ellas, pues en ella viaja mucha gente que planea refrescarse en las playas del sur. Otra de las rutas más utilizadas es la 95 del Hospital General, en la Avenida Tres Cruces, hasta el barrio marítimo de la Malva-Rosa. Y también registra una ocupación importante en verano el autobús que de la Línea 27 que viaja desde el Mercat Central hasta la intersección entre València y Alfafar. De cara a no colapsar las rutas más demandadas por vecinos y turistas la empresa trata de repartir el servicio y trasladar coches desde las rutas menos utilizadas en fechas estivales, como pueden ser la Línea 23, la 13 o la C1 del centro histórico, una zona más caminable y mejor conectada en transporte público. 

No obstante, sindicatos y trabajadores señalan que el trasvase de recursos de unas líneas a otras no de ja de ser un parche para tapar un problema de carácter estructural. «El problema lo tenemos todo el año, no solo en verano, porque además venimos observando que el tráfico en València se ha disparado, algo que nos retrasa aún más», recalcan dos de los sindicatos con peso en la EMT, e insisten: «Esto no puede seguir así. Llevamos meses pidiendo que nos escuchen. La denuncia tardará en salir adelante porque los juzgados están como están, pero mientras tanto tendremos que hacer otras medidas de presión para que cambien las cosas».