ANÁLISIS

No hay paz para la derrota en las urnas

Puig vive su momento más delicado en el partido, debilitado por Ferraz y sin el control interno tras la rebelión de dos líderes provinciales

El secretario general del PSOE, Ximo Puig, a su llegada a Ferraz.

El secretario general del PSOE, Ximo Puig, a su llegada a Ferraz. / J.J. GUILLÉN

Alfons Garcia

Alfons Garcia

La derrota es el mejor acelerador de incendios políticos. Ximo Puig acaba de descubrirlo. No es nuevo. Ha visto muchos fuegos en casa. Si optó por quedarse tras el 28 de mayo e intentar pilotar la oposición fue, sobre todo, por evitar los errores tras la derrota de 1995 y no volver a un partido de liderazgos cuestionados y en perpetua guerra interna. Por eso y porque considera que sale bien parado de las elecciones, pese a perder el Gobierno, como ayer recordó ante olvidadizos. Menos de quince días han bastado para un pulso de los líderes provinciales de Valencia y Alicante y para que Ferraz lo deje a los pies de caballos, desautorizado. La dirección central acoge posiciones de ambas partes, pero la decisión última que tumba es la de Puig. Eso es así. ¿Su peor momento interno? Posiblemente, porque va acompañado del mal trago de la derrota, pero vivió ya el enfrentamiento con Pedro Sánchez cuando apoyó a Susana Díaz. Pero ni siquiera en esos momentos se trasladó la sensación de descontrol del partido valenciano.

Importa poco ya que el secretario provincial de Valencia, Carlos Fernández Bielsa, sostenga que no está en una operación por derrocar a Puig. Importa poco, porque en el partido su movimiento ha sido percibido así. Los mensajes en los canales de comunicación de las bases son reveladores: del apoyo al ‘sobra Bielsa’. Es verdad que siempre hay un día después de estas batallas, pero reconducir la situación llegados a este punto va a ser complicado.

Y, como suele ser habitual, el origen del conflicto parece nimio: dos nombres en una lista. El número tres por Valencia al Congreso y el número uno al Senado. ¿Es posible que no hayan podido ponerse de acuerdo dos políticos que ya llevan años en cargos y en la vida de partido?

Queda claro que, aunque se han sentado uno frente al otro, no han hablado claramente de la lista con nombres concretos y se han enviado mensajes parciales. Ha faltado comunicación y claridad. Ha habido un exceso de ganas de medirse (ellos y sus equipos) sin botín. Porque dos nombres en una candidatura a las generales no deberían ser caza mayor, aunque se ha perdido y los puestos donde situar a los fieles, a los que han estado en todas, escasean. Un factor que ha jugado ha sido la sorpresa al descubrir que el líder provincial tenía perfectamente distribuidas sus piezas comarcales a la hora de componer su diputación y que la maquinaria para controlar el partido estaba preparado. La ejecutiva del jueves mostró a un partido dividido. Con Puig está el gran bastión, la capital (València), la estructura de Castellón y un fortín notable y de peso orgánico, la Safor. Bielsa tiene a su lado a importantes alcaldes, con el de Paterna, Juan Antonio Sagredo, como principal apoyo. Y tiene la alianza del líder provincial de Alicante, Alejandro Soler, un veterano de mil batallas, camaleónico superviviente de tsunamis internos.

El otro elemento importante en esta falta de comunicación ha sido el futuro de Puig. Si está para quedarse con todas las de la ley o en una transición ordenada de poder. Los suyos estaban en lo primero. Los de Bielsa querían escuchar lo segundo.

La cuestión ahora es el futuro electoral inminente de los socialistas. Porque si algo parecía claro antes y después del 28 de mayo es que Puig es uno de los grandes activos del partido, valorado y con buena imagen dentro y fuera de casa. Ese activo queda tocado. Uno de los comentarios que se escucharon la tarde del jueves en la ejecutiva es si el secretario general (y aun ‘president’) se merece esta batalla.

¿Y ahora qué? El futuro inmediato plantea tres interrogantes tras este órdago que deja debilitado a Puig. El primero es si va a seguir o si personalmente va a pensar que ya es demasiado (por lo dicho ayer, parece que va a plantar cara, pero los días dirán). El segundo es si, ya metidos en la batalla, retira a Bielsa de candidato a la presidencia de la Diputación de Valencia, como él aspira, porque esa facultad es del secretario general autonómico (Ferraz mediante). Y el tercero es qué cómo va a ser ahora la relación con Sánchez y, en concreto, en la campaña que se viene encima. Lo que es seguro, pase lo que pase, es que el PP y Carlos Mazón están frotándose las manos.

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