"Entender que no estoy sola me ayudó a salir del infierno"

Tres supervivientes de la violencia de género comparten sus relatos en la víspera del 25N y destacan la importancia de estar acompañada en el proceso de recuperación tras el maltrato 

Mujeres supervivientes de la violencia machista. Rosario, Marta y Nora (nombres ficticios) en València

Mujeres supervivientes de la violencia machista. Rosario, Marta y Nora (nombres ficticios) en València / Fernando Bustamante

Violeta Peraita

Violeta Peraita

Al llegar a "la casita", que es como llaman a una de las sedes de la asociación Alanna, profesionales contra la violencia machista que acompañan a supervivientes de esta lacra, hay una decena de mujeres (jóvenes, adultas, ancianas) y un par de niñas alrededor de una mesa ovalada pintando pancartas en cartulinas de base morada de distintas tonalidades. «Nos quitaron tanto que nos quitaron el miedo», reza una de ellas. 

Se preparan, como cada año, para participar en la manifestación del 25N, Día Internacional por la Eliminación de la Violencia de Género. Todas saldrán a las calles el próximo sábado para clamar contra el fin de estas violencias. Conversan, se ríen, comparan frases y repasan las letras con rotuladores de colores. Nora, Rosario y Marta (nombres ficticios para preservar la identidad de las tres) están entre el grupo. Quieren contar su historia para poner nombres a las cifras, para que quien llegue al relato pueda identificar su situación si es que vive algo así pero sobre todo, señala una de ellas, para acompañar a otras mujeres. "No son las únicas que están sufriendo estas violencias. No están solas", dicen.

Marta tiene 31 años y señala que entenderse acompañada frente a la situación más difícil que ha vivido en su vida, y en la que se ha sentido extraordinariamente vulnerable, le ayudó enormemente para acallar su dolor y abrir una puerta a su nuevo camino hacia la libertad. Su libertad. Llegó a España de su país hace dos años y en todo este tiempo ha tenido una hija y ha dejado atrás una relación de maltrato. Ahora comienza a despegar de nuevo en su vida profesional y personal. 

"No pensé que fuera agresor"

"Nunca me imaginé que él fuese un perfil de agresor", resume Marta. Ella tiene formación artística pero al migrar "vi que nada era como me imaginaba" y tuvo que buscarse un trabajo fuera de su sector. Conoció a un chico "apuesto, majo, me ayudaba con todo, responsable, tenía una niña de otra relación". Comenzaron a salir, después a vivir juntos (donde ya detectó algunas alarmas de actitudes agresivas) y se quedó embarazada. Ahí "todo cambió drásticamente".

"Un día le confronté y me cogió del cuello contra la pared y me dijo: ‘a la próxima te reviento’"

Ahí empezaron las agresiones físicas, tal como relata. Golpes bruscos, al principio asociados al sexo, después con ánimo amenazante. "Un día, le confronté y me cogió del cuello contra la pared y me dijo: ‘a la próxima te reviento’". Estaba embarazada de siete meses.

Pasó el tiempo y la hostilidad crecía en casa. Marta sentía que su opinión y sentimientos no tenían valor y que si se defendía tenía la culpa. De hecho, señala que se ha reconocido incomprendida por su entorno, que ha dudado en muchas ocasiones de su relato. "La voz de las mujeres se ve muchas veces acallada, escuchando otros relatos de otras mujeres me doy cuenta de que no se da el suficiente peso a nuestras historias".

Mujeres supervivientes de la violencia de género en València

Mujeres supervivientes de la violencia de género en València / Fernando Bustamante

Ella no se decidió a denunciar hasta que temió por su vida y la de su bebé. Hasta el momento, achacaba el férreo control que él ejercía sobre ella (con cámaras dentro de casa y con la administración total de su sueldo) a sus inseguridades y fue tolerante. "Pero hubo un momento en el que tuve que protegerme a mí y a mi hija". 

Sin hambre

Las tres; Marta, de 31 años; Nora de 32 y Rosario de 70; dejaron de comer cuando fueron maltratadas. Adelgazaron kilos y kilos y el apetito desapareció. "Perdí diez kilos, no podía ingerir nada" dice Marta. "Me daba asco comer", recuerda Nora. Rosario solo bebía café y fumaba cigarrillos. 

Rosario tiene casi 70 años, es arquitecta y se ha casado tres veces. En los tres matrimonios ha sido víctima de violencia de género. No quiere victimizarse, ya lo han hecho otros por ella a lo largo de su vida, dice. La suya es una historia de brutal violencia física y psicológica que empieza en su país, en la otra parte del mundo, y continúa hoy aquí en València, en la sede de la asociación Alanna, donde la acompañan.

Alanna pide más coordinación entre recursos

Chelo Álvarez, presidenta de Alanna asegura que la violencia de género va en aumento» y asegura que hay recursos económicos del Estado contra el maltrato «pero falta coordinación entre comunidades». «Muchas mujeres han de moverse de domicilio y la realidad es que es difícil hacer seguimiento sin una coordinación seria y coherente».

Su primer marido era militar y el inicio de las violencias que sufre son económicas, desentendiéndose de la crianza de sus dos hijas y posteriormente física, con palizas, amenazas reiteradas de muerte con armas de por medio y agresiones que dejaron secuelas físicas y de las que aún arrastra las psicológicas. Cree que la violencia de género que ejercieron contra ella "minó todas mis aspiraciones", "me anularon", "pero creo que soy muy fuerte por haber aguantado todo esto". Y le dice a quien niega la violencia machista: "Les invitaría a vivir tan solo un día en mis zapatos", enuncia; y pide más recursos habitacionales para mujeres víctimas que quieren irse y no saben a dónde. 

"La violencia que ejercieron sobre mí, minó todas mis aspiraciones"

Después de separarse de su primer marido y denunciar, pese a que el juicio nunca ha culminado, se volvió a casar con otro hombre, todavía en su país, que le golpeó varias veces y que acabó por dejar. Y entonces conoció al tercero, un español que estaba de turismo y con el que acabó viniendo a España. A día de hoy se recupera de esa tercera relación, llena de malos tratos psicológicos y con amenazas de dejarla en la calle y de pegarle físicamente "por menos le he roto los dientes a cualquiera" le llegó a decir en una discusión, enseñándole el puño. Rosario tenía una doble vulnerabilidad, por mujer maltratada y por migrante. "Aquí no tengo familia ni amigos, no he podido trabajar en mi profesión y él me convenció para quedarme en casa". 

Con todo, ahora se dedica a la artesanía y sortea su día a día. "Es difícil que haya un nuevo camino para mí porque tengo casi 70 años. Pero mi carácter me ha permitido salir adelante, hacer bromas sobre mi misma y catarsis de las situaciones que he vivido. Eso me ha ayudado", dice. Pero las secuelas persisten. 

«No lo soporto, oigo un grito y me empieza a subir el nervio, me pongo muy nerviosa»

Sufre de ansiedad y le viene fuerte cuando escucha un grito o intuye una situación de conflicto verbal o físico. "No lo soporto, oigo un grito y me empieza a subir el nervio, me pongo muy nerviosa", apunta Rosario, que también matiza que trata de ser positiva para que «lo que me ha pasado me sirva de trampolín para seguir adelante, que no me deje vencer por nada".

Ataques de ansiedad

Ataques de ansiedad. La ansiedad fue el motivo por el que Nora, de 32 años y natural de un pueblo de Valencia, se decidió a contar a una sanitaria lo que estaba viviendo en casa y salir de su relación violenta tras ser madre de un pequeño. Conoció a su expareja por redes sociales y a los años se fueron a vivir juntos. Se quedó embarazada. Ella quiso tenerlo y él no. Ella quiso irse pero él le convenció para criarlo juntos. La realidad es que él se desentendió de todo el proceso hasta tal punto que Nora parió sola.

Tras tener al bebé, él comenzó a acusarle de infiel. "Me decía que el niño no se parecía a él y que le había engañado", rememora Nora. Ella era la única que trabajaba en casa pero sin embargo él administraba el dinero. Lo controlaba todo. 

"Trabajaba para él porque mi dinero lo administraba él, estaba controlada. Poco a poco me fue aislando"

"Trabajaba para él, porque mi dinero lo administraba él completamente, estaba controlada, poco a poco me fue aislando de todo el mundo y no podía ni comprarle unas galletas a mi niño, me pedía explicaciones". Hasta que decidió irse de casa, Nora vivió un "absoluto infierno". "Me decía que era retrasada, que no servía para ser madre, me violaba, me obligaba a hacerle felaciones y me estampaba platos a la cara. Una vez casi me tira la cafetera ardiendo encima". Ella le dijo que le denunciaría y él la volvió a amenazar "lo vas a pagar bien, te mato si lo haces", llegó a decirle. Pero Nora explica que no podía seguir así. "No comía, me estaba consumiendo". Llegó a pesar 40 kilos. 

Hasta que se fue. Volvió con sus padres pero el miedo la acompañó. Pese a dejar la casa compartida, "solo salía con mis padres y si no estaban me iba al bar de unos amigos para estar acompañada". El ambulatorio puso una denuncia tras acudir ella con ataques de ansiedad recurrentes. 

Ahora aún siente miedo por si él aparece y se lleva a su hijo. Con todo, ha conseguido rehacer su vida en casa de sus padres. Nora, cuando salió del infierno, con el primer dinero que ganó le compró un juguete a su niño, que ahora llega a los tres años. «Ya tengo todos los regalos de navidad. Ahora sí, yo elijo lo que le compro a mi hijo. Y mi dinero lo administro yo, se acabó».

No estás sola

¿Qué te ayudó a salir? Marta dice que tener compañía y conocer sus derechos. "Si no los conoces, te sientes vulnerable. De la otra manera te ayuda a empoderarte. Aunque sea un poco». Para ella, migrante y sin casi familia en España saber "que no estoy sola, ha sido muy significativo y ha representado demasiado para mí, muchísimo". Ella, que se dedica al arte, cree que a veces las circunstancias han hecho que su creatividad "muera".

Marta, Rosaria y Nora (nombres ficticios) esta semana en València

Marta, Rosaria y Nora (nombres ficticios) esta semana en València / Fernando Bustamante

"Cuando estás con una persona que coarta tu libertad y te amedrenta, hace que no sientas el ánimo de vivir, hace que no haya posibilidades". En su caso, dice, no fue así. "Mi perfil me ha hecho ir resurgiendo". Tras dejar a su novio y denunciar, pensó que estaría peor, «porque cuando uno rompe con la pareja suele deprimirse", dice. Pero "sentirme libre me ha hecho levantar cabeza y estar mejor", matiza Marta. Y ese, concluye, "es el final de la historia, hasta ahora". Todas coinciden que tras sus experiencias, el camino es largo pero se escribe sobre un papel en blanco. Y solo ellas tienen el bolígrafo en la mano.