Raro es el año en el que la Crida no tiene una historia que contar. La de 2022 se recordará porque es la elegida por todos los protagonistas para escenificar el regreso. En la puesta en escena previa y en los discursos. La fiesta en perfil bajo de septiembre quedó convertida en un puente y las alusiones fueron, fundamentalmente, a ese recuperar el todo después de quedarnos en nada.

Se remataba de esta forma una jornada completa de actividad. «De las de antes». De las que empezaban a las siete y media de la mañana y acababan a las nueve de la noche.

El espectáculo previo fue una alegoría al cortocircuito de la fiesta. Sobre una imagen de la Meditadora y el cartel de fallas se producen interferencias que dan paso a las noticias de la suspensión, la de 2020 y 2021. Silencio absoluto y fundido a negro durante el discurso entre lágrimas de Consuelo Llobell . Para empezar el hilo conductor: "Renaix la Flama". Con el nombre de todas las comisiones escritos en letras doradas sobre las piedras de las torres, que inmediatamente después empezaba a latir compulsivamente para escenificar la caída del muro del desasosiego y empezar a pintar en imágenes el aspecto de la fiesta que se quiere recuperar. Una alegoría al gusto del consumidor porque no cabe otro mensaje. 

El alcalde Joan Ribó recordó que «es inevitable pensar en lo que hemos vivido en los últimos meses. Recordar que gracias al esfuerzo y la responsabilidad del colectivo fallero y de toda la sociedad, las Fallas renacerán de la llama». Entrega de llaves y discreto paso atrás. Era el turno de Nerea. Las falleras mayores infantiles han ido imponiendo como norma acuñar una palabra, una idea, que queda como santo y seña (aquella extraescolar de Daniela Gómez sigue siendo un referente histórico). Y Nerea López con que los niños, además de ser el futuro de la fiesta, «somos vitamina. Y tenemos que contagiarla con nuestras risas, bailes, juegos, energía, alegría y valentía».

Apeló a hacer «entre todos y todas las mejores fallas. Por nosotros, que haremos la fiesta más grande cada día, por los que vendrán y por los que, por diversos motivos, ya no están aquí pero nos miran felices desde el cielo».

Son «las fallas de la ilusión y del regreso. Las Fallas lo superan todo. Debíamos regresar porque mucha gente nos necesita».

Después de más de 720 días -queda claro que lo de septiembre cuenta poco- Carmen empezó su discurso instando a «recordar esta fecha porque hoy es nuestro resurgir. Un resurgir en el que la ilusión es el motor, la esperanza es el corazón y la pasión es la llama». 

Hizo bien en recordar los oficios que participan en la fiesta, a las 24 componentes de la corte de honor y una interesante referencia a los que se bajaron del tren.

«Sois muchos los que, por diferentes circunstancias, habéis pausado vuestra trayectoria fallera. Os animo a que volváis. Las Fallas siempre serán vuestra casa porque vivir las Fallas es el mejor regalo que os puede ofrecer esta ciudad». 

Pocas mascarillas

Un pero entre los de arriba si se quiere: que pedir paz no posiciona y se puede expresar de forma neutra. Y las cosas están muy crudas en el mundo. Ni lo hizo el alcalde ni la fallera mayor (no se lo vamos a pedir a la niña) siendo un buen escaparate. Lo que se está viviendo no es una escaramuza en una aldea perdida de Yemen. Es casi a la puerta de casa. Otras veces, en condiciones más favorables, se ha falcado la paz entre las líneas.

Otro pero entre los de abajo si se quiere y hay que quererlo: con las fotos en la mano, la mascarilla fue la gran perdedora de la tarde-noche. Tantas veces ejemplares en otros festejos, ayer la ciudadanía fallera se distrajo y no poco. 

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Así es el ambiente de la Crida Fernando Bustamante

Innecesario memorizar, pero...

La Crida, por cierto, tiene su componente de circo. El de pensar en los nervios que tienen las falleras. Que si se les olvidará el discurso. Es hacerles sufrir innecesariamente. No son mejores falleras mayores por tener que memorizar cuando todos, absolutamente todos los personajes relevantes del mundo discursean folio en ristre. Se ganaría en mensaje y el tono sería más como normal. Y no se convertiría la presencia de la apuntadora en objeto de conversación.

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