El belén con raíces en cada casa de Antella

Un joven expone un enorme nacimiento que incluye figuras que otros vecinos ya no usaban

Rubén Sebastián

Rubén Sebastián

Hay aficiones que ocupan mucho más que ingentes cantidades de tiempo. De hecho, pueden alterar la convivencia misma de un hogar al adueñarse de grandes superficies. Es el caso Nicanor Villanueva, un joven de 22 años de Antella que no solo conserva la tradición de montar, cada Navidad, un belén en su casa; sino que la ha complementado con las aportaciones de figuras que sus vecinos ya no utilizan. El suyo es un belén de belenes.

Su pasión viene de lejos. Como su propio nombre, es una herencia familiar. «En mi casa siempre se ha montado el belén. Mis abuelos lo hacían con mis padres y ellos lo han hecho conmigo», explica antes de reconocer que (quizás) se le ha ido de las manos: «Cada vez lo hemos hecho más y más grande. Siempre decimos que este es el año en el que nos frenamos, que ya no crecerá más; pero no podemos evitarlo».

Su nacimiento de este año ocupa «todo el comedor y medio pasillo». Una empresa que requiere de una gran dedicación por su parte. Y mucha paciencia por la de todas las personas que allí habitan. «La verdad es que durante el proceso de montaje nuestra casa es un verdadero caos, hay que quitar los muebles, pero el resultado final merece totalmente la pena. Este año me puse manos a la obra antes del puente de la Purísima, el día 2 de diciembre ya estaba en ello, y lo completé el fin de semana del 17 y 18», expone el joven de Antella. 

Largas horas tras estudiar

Quince días a los que ha destinado muchas horas, eso sí, una vez concluidas sus obligaciones. «Este año he acabado Magisterio y ahora estudiando un Máster. Pero eso nunca me ha impedido que le dedicara varias horas después de las clases. Me ponía a ello y cuando me daba cuenta ya eran las doce de la noche», asegura. El tiempo vuela y el joven Nicanor, desde luego, no lo desperdicia. De hecho, la planificación del belén es algo que le ocupa meses. «Lo cierto es que durante todo el año pienso en cómo lo haré, prácticamente podría decirse que mientras lo desmonto ya empiezo a darle vueltas a la cabeza sobre cómo puedo montarlo al siguiente», explica y añade acto seguido: «Cuando veo otros belenes, me fijo en ellos, les hago fotos y aprovecho algunas ideas. Durante el verano ya me dedico a diseñar los paisajes, que renuevo cada Navidad. También aprovecho para restaurar algunas de las figuras más antiguas. ¡Podría decirse que nunca me quito el belén de la cabeza!»

Pese a todo su trabajo, Nicanor comparte el fruto de su esfuerzo de buen grado con amigos y vecinos. De hecho, él mismo reconoce que es «el belén de todos». «Yo siempre digo que es comunitario porque he ido incorporando figuras que me ha dado la gente que ya no lo monta en sus casas. Las aprovecho todas. Es algo que a la gente le hace mucha ilusión. Algunas personas de 60 ó 70 años alucinan porque ven piezas que podían tener en casa sus padres. Además, para mí también es emotivo porque detrás de cada una hay una historia. Por ejemplo, hay unos cerditos que me regaló un señor que falleció hace unos años y siempre me acuerdo de él cuando los pongo», concluye.