El hostal de las familias desahuciadas en l'Horta

La pensión Europa, en Aldaia, se ha convertido en una solución de emergencia para los municipios de l’Horta Sud con familias desahuciadas o personas sin hogar | El negocio destina la mitad de sus habitaciones a los huéspedes vulnerables

Francisco Tárrega posa en la austera recepción de su hostal

Francisco Tárrega posa en la austera recepción de su hostal / C.M.

Claudio Moreno

Claudio Moreno

Existe un lugar al que van a parar muchas familias desahuciadas en l’Horta Sud. Un hostal sin ninguna concesión estética más allá de su propio nombre «Europa» que funciona, en Aldaia, haciendo virtud de la necesidad. Porque este improvisado albergue tiene entre su clientela a personas como Ana, cuyo salario familiar de 1.200 euros no le permite pagar un alquiler en Torrent. O como María, expulsada hace dos semanas de su piso en Xirivella junto a sus hijos de 17 y 7 años, una bebé de 8 meses y su abuela, de 78 años. O como tantas  personas que acuden tras ser enviadas de urgencia por la Cruz Roja, los Servicios Sociales de la comarca o el boca-oído surgido entre quienes carecen de hogar y buscan hospedaje barato y sin aval.

El dueño del negocio se llama Paco Tárrega y cada mañana ayuda en la recepción y el mantenimiento, aunque a sus 82 años ya no está para cambiar muchas bombillas. Lo más que hace últimamente, reconoce, es escuchar a sus huéspedes. «Esto es un calvario. Aquí solo me envían a los desheredados de Dios. Aunque tienen el seguimiento de los Servicios Sociales, ellos te cuentan sus vidas porque quieren desahogarse, y tú no puedes entrometerte demasiado», relata sobre la rutina en un hostal que destina la mitad de sus habitaciones —tiene un total de 45— a las personas en situación de vulnerabilidad. «En los últimos tiempos ha crecido la demanda. Cada semana nos llaman cuatro o cinco familias en riesgo, también personas solas. Desde la pandemia es peor», asegura, y aparca el relato para atender una llamada desde Alaquàs. Alguien pregunta si «es el hostal que hace precio» a los que van de Servicios Sociales. «Aquí es, sí. Son 250 euros al mes».

Un usuario hace uso del microondas que el Hostal Europa cede a sus huéspedes

Un usuario hace uso del microondas que el Hostal Europa cede a sus huéspedes

Desglosado el precio, 250 euros para huéspedes sin recursos, 30 euros diarios el resto de habitaciones —incluidas las costeadas por los ayuntamientos de l’Horta Sud para las familias desahuciadas, que utilizan el alojamiento como una solución de emergencia ante la ausencia de viviendas sociales—, el dueño explica que en el Hostal Europa existe cierta convivencia y algo de charla informal entre familias, pero que igualmente se percibe un poso de soledad. «Algunos te dicen que tienen hijos y tal, pero es como si no los tuvieran. Están abandonados. Esto es un poco un desguace. Durante la pandemia murió un hombre mayor que llevaba más de cuatro años viviendo aquí solo. Es duro», resume Tárrega.  

Es duro y es monótono, «aunque a todo se hace uno», comenta Pedro, uno de los residentes, hospedado junto a su hermana, su cuñado y el hijo de ambos en una habitación triple. Antes vivían en Mislata, pero el casero les subió el alquiler hasta los 900 euros y no pudieron pagarlo. «Hay que comer y vestirse, no solo pagar el piso», afirma este burjasotense de 69 años, que cada día va a casa de su sobrina a comer. Lo hace porque, tal como contó hace semanas la desahuciada Ana de la Cruz a Levante-EMV, una de las peores cosas de vivir en el hostal es alimentarse a base de comida precalentada. Ahora vuelve a tener el mismo problema porque, después de vivir en casa de una amiga ha retornado con su familia al hostal gracias a la ayuda del Ayuntamiento de Torrent.

"Esto es un calvario. Aquí solo me envían a los desheredados de Dios"

«La gente vuelve porque es muy barato, ya no existen hoteles a este precio», afirma Paco, que en todo caso rechaza cualquier atisbo de caridad: «Los santos ya no existen. Hay gente que se conforma con ganar más y otras con menos, pero esto es un negocio y más vale tenerlo con gente de la Cruz Roja o los ayuntamientos que tenerlo vacío. Cuando puedo les ayudo, pero al final se trata de no perder dinero», reflexiona Tárrega, un antiguo fabricante de castañuelas —heredó la industria de su padre, maestro artesano al servicio de la célebre Lucero Tena—, que con 37 años fue teniente alcalde de Alaquàs tras las primeras elecciones democráticas y muchos años después, ya en el siglo XXI, decidió montar la pensión para aprovechar el tirón del Centro Comercial Bonaire. 

Ana de la Cruz muestra el armario de su habitación familiar

Ana de la Cruz muestra el armario de su habitación familiar

Veinte años de negocio

Son unos 20 años en la industria hotelera y casi los mismos dando residencia a personas expulsadas de sus antiguas vidas, algo que ha dado origen a un hábitat particular. Alrededor de Paco orbita su pareja Marisol —actual gerente del hostal—; un sobrino aquejado de Parkinson; la limpiadora que trata a los huéspedes como si fueran de su propia familia y todo la gente que entra o sale dejando las llaves y un comentario afectuoso para el dueño. «Aquí hay mucho trasiego, el único que no se mueve es ese de ahí», dice señalando en dirección a un hombre que desde la penumbra del salón, sin despegar la vista de su tablet, afirma sentirse desamparado tras perder las ayudas sociales.

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