El ruido y la furia: vivir junto a una hormigonera

Los vecinos se despiertan con la sirena de la fábrica y algunos días se acuestan con el ruido de las máquinas. No hay tregua para los últimos moradores del polígono de Horno de Alcedo

Los vecinos se citan frente a la hormigonera que les quita el sueño

Francisco Calabuig

Claudio Moreno

Claudio Moreno

Hay otros mundos, pero están en este. Lo escribió Paul Éluard y tenía razón. Pueden dar fe ocho familias de Horno de Alcedo, una pedanía valenciana con menos de 1.400 habitantes perteneciente a los Pobles del Sud. En su pequeño trozo de mundo conviven casas, huerta productiva y una hormigonera que, según denuncian, ha convertido su existencia en poco menos que una distopía. Cada mañana a las 7 se despiertan con la sirena de la fábrica y a partir de ahí todo es ruido de bocinas, camiones, polvo en suspensión y máquinas vibrando sin cesar. 

“Los peores momentos son cuando se ponen a limpiar los camiones aquí cerca, porque seguramente el hormigón endurece dentro de la hormigonera y para limpiar los conductos utilizan el martillo neumático, y se pueden pasar dos horas picando a eso de las 15.30. El ruido con la caja de resonancia del camión es ensordecedor”, explica Ximo, de 56 años, uno de los vecinos que llevan la voz cantante en la queja contra la hostilidad del entorno. 

Coche lleno de polvo en una de las casas cercanas a la planta

Coche lleno de polvo en una de las casas cercanas a la planta / Francisco Calabuig

Ximo se mudó con su mujer hace dos años a una de las casas que resisten en medio del polígono de Horno de Alcedo. Hace más de medio siglo era una zona agrícola pero ya apenas quedan vestigios de aquello. Ahora el verde está moteado de puntos blancos. “Nos pasamos el día limpiando el polvo. Prácticamente no podemos tender fuera de casa. Los días de mucho viento es horrible”, relatan los vecinos de Camí del Forn d’Alcedo. 

El polvo blanco está por todas partes. En el coche que duerme frente a la fábrica, en las verduras de los huertos aledaños, en las placas solares de Ximo o en el patio delantero de Paco, un vecino de 88 años que lleva toda su vida en este sitio. “Des que la meva mare em va parir”, concreta, y añade “això és una cochinada”. Això es la hormigonera, ahora aparentemente en fase digestiva. “En un rato vuelve a empezar. El ruido es constante, de la máquina y los trabajadores que utilizan las sirenas para todo o ponen música por megafonía”, lamentan los vecinos. 

La hormigonera vista desde uno de los huertos aleaños

La hormigonera vista desde uno de los huertos aleaños / Francisco Calabuig

“Esta fábrica nunca la hemos querido aquí y de hecho en su día se recogieron firmas para que no se instalara, pero jamás nos han hecho caso”, redunda Amparo, otra residente veterana de la zona, harta de tanto estruendo y de tener que limpiar su casa a cada rato: “Pasas el cepillo y a los dos minutos aparece la misma capa de polvo blanco”. 

Por todo ello, las familias residentes a escasos metros de la planta han presentado hasta 14 registros de entrada en el Ayuntamiento exigiendo que se extreme el control sobre su actividad, porque denuncian que la empresa se está saltando las obligaciones acústicas y medioambientales. Por un lado, aseguran que los horarios de trabajo y ruido muchas veces sobrepasan la jornada estipulada –"dan las 22 de la noche y siguen cargando y descargando camiones”, critican–. Por otro, constatan que la hormigonera no cubre la gravilla acumulada en montones junto a las casas ni protege su perímetro con la obligada tela opaca que evite el paso del polvo. 

La única tela colocada sobre la valla frontal de la fábrica

La única tela colocada sobre la valla frontal de la fábrica / Francisco Calabuig

En la parte frontal de la fábrica solo hay un metro de tela ajada para decenas de metros de valla, completamente abierta a las viviendas. Y en la parte lateral de la valla se extiende una protección con múltiples boquetes. “Es auténtica desidia”, dice Ximo. “La hilera de casas del lateral –más pegadas aún a la fábrica– tenía unas cuantas familias que han terminado yéndose porque esto es insoportable. Solo quedan unos okupas en una de las casas”.

Consultada por esta problemática, la actual alcaldesa pedánea, Consuelo Tarazona, explica que la hormigonera recibió una inspección en 2022 y se le conminó a subsanar tres incidencias relacionadas con el polvo y el ruido que a día de hoy siguen sin solventar. “Nosotros estamos intermediando con los vecinos, pero el problema es complicado porque la hormigonera tiene licencia sin fecha de caducidad para operar. Antes de que termine el año hay programada otra inspección, pero de momento lo único que se puede hacer es llamar a la Policía cada vez que la empresa se exceda en sus horarios”, afirma Tarazona. 

Las plantas de la zona no se libran de la suciedad

Las plantas de la zona no se libran de la suciedad / Francisco Calabuig

Y también rebajan el tono desde una asociación vecinal de Horno de Alcedo que en otro tiempo se sumó a la beligerancia, pero que ahora apuesta por la conciliación: “En la asamblea que tuvimos la semana solo se quejó un nuevo vecino y la antigua presidenta de esta asociación, el resto de vecinos no reclaman nada. Hemos acordado reunirnos con la empresa para que cumpla con los horarios y solucione alguna deficiencia, sin embargo, parece ser que ésta ha pasado sus revisiones acústicas y no se ha demostrado contaminación”, señala la responsable vecinal María José Giner.

Su predecesora en el cargo, Carmen Alagarda, es en efecto mucho más crítica con la actividad de la hormigonera, que afecta tanto a Horno de Alcedo como a Sedaví –de hecho la planta tiene detrás un colegio perteneciente al municipio de l’Horta Sud–. “Cuando vas andando a Sedaví ves que hay tres centímetros de polvo en el ‘sequer’. La concentración de polvo en el ambiente es evidente. Esa zona era de las zonas más bonitas del pueblo porque eran casas antiguas rodeadas de huerta, pero se instaló la hormigonera y obligó a mucha gente a marcharse. Lo ideal sería que cuando rectifiquen el Plan General la dejen fuera de ordenación y se desplace a otro sitio más desértico dejando espacio a una empresa menos contaminante”.

Paco es el vecino más longevo de Camí de Forn d'Alcedo

Paco es el vecino más longevo de Camí de Forn d'Alcedo / Francisco Calabuig

La realidad es que el Plan General de Ordenación Urbana de València –de 1988– clasifica la zona de la hormigonera como industrial, y el posterior Plan de Reforma Interior de este subsector de Horno Alcedo –de 2001– prohíbe expresamente el uso residencial salvo para el personal encargado de la vigilancia y conservación de las industrias. Sobre el plano sobrarían las viviendas. Pero la ficha catastral de la casa de Paco indica que fue construida en 1930, es decir, antes que la hormigonera, con lo que la licencia de actividad de esta debe recoger la cercanía de las viviendas para que se apliquen medidas correctoras contra el ruido, el polvo y otras molestias. 

Fuera de esas medidas la situación sigue siendo complejísima y no se atisba una solución sencilla de cara a mejorar la convivencia con la única empresa del polígono que quita el sueño a las ocho familias de Camí de Forn d’Alcedo. “Nosotros seguiremos presentando registros de entrada en el Ayuntamiento hasta que nos hagan caso y cumplan con todas sus obligaciones”, dice Ximo. “Deberíamos volver a recoger firmas”, añade Amparo. Cualquier cosa antes que abandonar su hogar, donde viven cabreados pero felices. De momento son más fuertes que el hormigón.

Suscríbete para seguir leyendo